por Heraclio ASTUDILLO-POMBO. Univ. de Lleida
Interpretaciones legendarias de varios tipos de fósiles y los correspondientes productos culturales populares derivados. En Ipolytarnóc, distrito de Losonc, condado de Nógrád. (1)
Introducción
De la historia del hallazgo de un enorme tronco fósil, en el barranco Borókás, en la localidad húngara de Ipolytarnóc, correspondiente a un ejemplar de pino prehistórico gigantesco, de la especie Pinuxylum tarnocziense, derribado durante el Mioceno, por la onda expansiva de una erupción volcánica que luego lo recubrió y enterró bajo una gruesa capa de cenizas volcánicas, se trató en las dos entradas publicadas en 2017 (17 de agosto de 2017 y 24 de septiembre de 2017) y en 2018 (1 de marzo de 2018). Dedicadas a contextualizar histórica y geológicamente y a justificar paleontológicamente, la presencia de una figura arbórea con aspecto de "conífera navideña" en el escudo heráldico de la localidad húngara de Ipolytarnóc. También se trató sobre la historia de su estudio científico, su expolio destructivo masivo y sobre los intentos de conservación de sus restos, con poco éxito. También se presentó una leyenda popular que pretendía explicar la formación sobrenatural de aquel gigantesco tronco petrificado, pues se desconocía que todo fuera el resultado de una antigua erupción volcánica.
Representación didáctica de la erupción del Vesubio del año 79 d. C., en un grabado de George Julius Poulett Scrope, de 1822. Basada en la descripción que hizo de ella Plinio el Joven, en una carta dirigida a Tácito. Este tipo de erupciones reciben su nombre científico en honor a Plinio el Viejo, tío de Plinio el Joven, que falleció en dicha erupción, por haberse acercado demasiado al volcán para poder realizar observaciones muy detalladas. Esa misma erupción sepultó la ciudad de Pompeya.
Imagen: Wikipedia
En la entrada de hoy se presentarán dos leyendas etiológicas, populares, asociadas a dos tipos de fósiles inspiradores: el tronco gigantesco de pinoxilo y los abundantes dientes de tiburones. Además se presentarán algunas creencias irracionales y costumbres populares supersticiosas, vinculadas con ellos. Así mismo se dan a conocer algunos usos populares tradicionales, de tipo ordinario o extraordinario. Todo ello acompañado de su correspondiente contexto geológico.
En una próxima entrada se presentarán dos leyendas etiológicas, populares, asociadas con las huellas de pisadas de animales vertebrados, existentes en el lugar conocido como "el estanque petrificado"
El gigantesco tronco fósil de conífera (Pinuxylum tarnocziense) inspirador de folclore
Las observaciones empíricas sobre la constitución pétrea y la aparente naturaleza maderera y arbórea de aquel "puente natural" de 50 metros de largo y 3 metros de diámetro, surgido del interior del terreno, de gran utilidad al estar tendido sobre las violentas aguas del torrente Borókás lo que permitía utilizarlo para cruzar de lado a lado aquel barranco, contribuyeron a estimular la imaginación fantasiosa de algunas personas que pretendiendo explicar cómo pudo haberse formado aquel monumento natural. Pero careciendo de los conocimientos científicos necesarios, se vieron obligadas a recurrir a la imaginación fabulosa y a los mitos generales relacionados con la religión. De esta manera surgió una interpretación legendaria y la correspondiente leyenda popular que relataba que el origen de aquella obra estaba en un suceso sobrenatural mediado por una actuación diabólica o mágica.
Imagen: 5 minutos de geología: Parque Mioceno, Ipolytarnóc
Dice el relato popular:
"En cierta ocasión en que el Diablo (1) pasó por aquel solitario e inhóspito lugar, descubrió que, en uno de los lados del barranco, crecía un hermoso árbol de dimensiones gigantescas, cuya enorme copa albergaba centenares de felices aves cantoras. Satán sintió envidia del enorme poder creador de Dios y de cómo lo alababan con sus cantos sus pequeñas criaturas aladas. Entonces el envidioso y malvado Diablo se enfureció tanto ante aquella hermosa grandiosa obra del Señor que tenía plantada delante de sus narices, que lleno de una ira incontenible y destructora, lo empujó hacia el torrente con sus propias manos, hasta que finalmente consiguió derribarlo. Al tocar el Diablo con sus diabólicas manos el tronco de aquel majestuoso árbol, toda la madera se fue convirtiendo en piedra, por eso cuando el tronco cayó y chocó contra el suelo, se rompió en dos grandes pedazos que quedaron atravesados sobre el barranco, casi alineados."
Dice el relato popular:
"En cierta ocasión en que el Diablo (1) pasó por aquel solitario e inhóspito lugar, descubrió que, en uno de los lados del barranco, crecía un hermoso árbol de dimensiones gigantescas, cuya enorme copa albergaba centenares de felices aves cantoras. Satán sintió envidia del enorme poder creador de Dios y de cómo lo alababan con sus cantos sus pequeñas criaturas aladas. Entonces el envidioso y malvado Diablo se enfureció tanto ante aquella hermosa grandiosa obra del Señor que tenía plantada delante de sus narices, que lleno de una ira incontenible y destructora, lo empujó hacia el torrente con sus propias manos, hasta que finalmente consiguió derribarlo. Al tocar el Diablo con sus diabólicas manos el tronco de aquel majestuoso árbol, toda la madera se fue convirtiendo en piedra, por eso cuando el tronco cayó y chocó contra el suelo, se rompió en dos grandes pedazos que quedaron atravesados sobre el barranco, casi alineados."
Inquietante ser antropomorfo y cornudo, visto a contraluz crepuscular, en un claro del bosque mientras atraviesa una zona forestal
Imagen: Sympathy for the Devil
Parece ser que ese relato fantástico, contribuyó a que surgiera una creencia irracional sobre las supuestas virtudes del enorme tronco petrificado, acompañada de la correspondiente práctica supersticiosa. Pronto se convirtió en costumbre popular, entre la gente más fantasiosa y crédula de Ipolytarnóc y de las poblaciones de los alrededores que acudían a visitar aquel tronco petrificado para hacerle peticiones. El ritual consistía en tocar aquel tronco maravilloso, con la palma de la mano derecha, mientras se le pedía mentalmente el cumplimiento de un deseo.
Según una absurda creencia popular, durante su transformación mágica en piedra, aquel tronco de árbol petrificado habría absorbido o quedado impregnado de una parte de la magia diabólica que antiguamente lo había transformado en piedra. Por efecto de tal magia atrapada en la materia del tronco petrificado, las personas buenas y de corazón puro, obtendrían el deseo que le habían solicitado, mientras que, por el contrario, las personas malvadas y de corazón corrompido, al practicar el mismo ritual, solamente conseguirían que su corazón se endureciera más aún y que se hiciera insensible al amor. Además, su egoísta petición se volvería en contra de sus malvados intereses.....
Secciones pulidas de troncos petrificados de árboles prehistóricos, hallados en el barranco Borókás y expuestas en el Parque Paleontológico de Ipolytarnóc. Arriba, a la derecha, la sección vertical de un tocón fósil, mostrando el veteado característico de la madera silicificada, y abajo, a la izquierda, la sección horizontal de un tronco, mostrando los anillos concéntricos de crecimiento anual. Fotografía original de Robert Németh
Imagen: Paleontological ehxibition site
Imagen: Paleontological ehxibition site
Por un lado los lapidarios de la región, pusieron sus apetencias en obtener grandes cantidades del raro material que constituía el tronco petrificado, por lo que el lugar se convirtió en una cantera, a la que acudían los obreros para extraer grandes fragmentos de aquella piedra tan rara y atractiva. El material extraído estaba destinado a elaborar unas muy novedosas, originales y apreciadas lápidas funerarias, con las que decorar las tumbas y mausoleos de gente adinerada. Como rara y apreciada piedra ornamental, también se le dieron otros usos, para el esculpido de detalles arquitectónicos, en espacios interiores.
Además, se recogieron incontables fragmentos con "fines científicos", para satisfacer la codicia de los coleccionistas particulares, de rarezas geológicas, o el interés divulgativo de museos de Historia Natural, europeos y no europeos.
El resultado de tan activo expolio fue que veinte años después de su descubrimiento para la ciencia y la sociedad (1836), a pesar de los esfuerzos por conservarlo como patrimonio nacional, por algunas personas cultas y poderosas, fue que de los 50 m. iniciales del tronco petrificado, solo quedaban 17 m. en forma de tres grandes porciones.
Los abundantes dientes fósiles de tiburón inspiradores de folclore
En el actual terreno de Ipolytarnóc, existen unas capas formadas por arenisca de tonalidad verdosa que proceden de la litificación de de la arena acumulada en el litoral costero prehistórico del mar Paratethys. Hace unos 20-23 millones de años, el oleaje marino fue acumulando algunos restos corporales de diversos tipos de animales marinos, después de muertos en aquel mar cálido y poco profundo. Estas areniscas manifiestan un característico color verdoso, debido a un alto contenido, de más del 5%, en un mineral verde llamado glauconita. Contiene dientes de tiburón en una concentración extraordinaria, por eso se les denomina "capas de areniscas con dientes de tiburón", pero también contienen algunos dientes de rayas, de delfines, de vacas marinas y de cocodrilos marinos, además de algunos huesos de algunos de los animales mencionados. En las "capas de dientes de tiburón", hasta la fecha, se han podido identificar 25 especies distintas de tiburones miocenos, de 8 géneros.
Muestra de arenisca de la capa de dientes de tiburón, mostrando dientes de tiburón de varias especies y dos vertebras de tiburón.
Imagen: Ipolytarnóc Guide@HandLos antiguos habitantes de la zona que se vieran obligados a transitar el abrupto terreno del barranco Borókás, con toda seguridad ya se habrían dado cuenta de la presencia de los dientes de tiburón, acumulados en el fondo de un antiguo mar poco profundo y cálido del Mioceno Inferior, que afloraban naturalmente en la superficie del terreno, al ir siendo desenterrados del interior de los flojos sedimentos costeros arenosos, por la erosión torrencial y pluvial.
Con toda seguridad su brillo y forma debieron atraer su atención y luego estimular la imaginación de aquellos lugareños.
Por su aguda forma triangular, se les llamaba “lengua de pájaro petrificada”, en húngaro: “megkövült madárnyelveknek”. ¿Porqué sucedía esto?
En primer lugar, porque casualmente muchas clases de dientes de tiburón se asemejan vagamente a las lenguas de ciertas clases de aves.
Detalle de la cara de un ave rapaz, con la boca entreabierta, mostrando su lengua, si pudiera verse completamente, incluida su base, podría verse que es vagamente parecida a algunos tipos de dientes de tiburón.
Imagen: Alamy stock photos
En segundo lugar, porque estando Ipolytarnóc muy lejos del mar, difícilmente algún habitante del lugar habría visto nunca en toda su vida cómo eran los dientes de diversas clases de tiburón y, por lo tanto, ninguno de aquellos lugareños se podría imaginar que aquellos objetos pétreos, agudos, duros y relucientes, que aparecían en el suelo del barranco Borókás, pudieran ser dientes de tiburón. Además, obviamente, los habitante de Ipolytarnóc no podían saber ni imaginarse que 23 millones de años antes, había existido un mar en esta área, el antiguo mar del Paratethys, habitado por varias clases de tiburones.
Esta curiosa denominación popular, no es única ni original, ni es exclusiva de Hungría, ya que también se ha usado en Alemania. Los habitantes de la región alemana de Mecklenburgo, entre otras varias denominaciones fantasiosas, llamaron a los dientes fósiles, de tiburón "Vogelzungen", es decir, “lenguas de pájaro” (Véase aquí)
Otra muestra de arenisca de la capa de dientes de tiburón, mostrando dientes de tiburón de varias especies y una vertebra y media de tiburón.
Imagen:
Aquella gente del medio rural, alejada de las ciudades y de los conocimientos modernos, lo desconocía todo sobre los fósiles. Intentando encontrar una posible explicación para la presencia de aquellos extraños objetos puntiagudos, delgados, oscuros y relucientes, vieron una posible relación con aquella otra leyenda, antes expuesta, en la que se relataba la petrificación mágica de un gran árbol del bosque del barranco Borókás, por la intervención del Diablo... o de un mago malvado.
Cuando el Diablo (o el malvado mago) empezó a petrificar el enorme árbol para convertirlo totalmente en piedra, los pájaros cantores que reposaban en sus ramas, antes tranquilos y ruidosos, notaron el influjo maléfico y empezaron a revolotear asustados. Iban volando de aquí para allá, como enloquecidos, alertando con sus gritos a todo el mundo del terrible suceso.
Para silenciarlos, el Diablo (o el mago) realizó un conjuro que convirtió las lenguas de aquellas aves en piedra, que inmediatamente cayó desde sus picos a tierra, mientras revoloteaban y sus lenguas de piedra se repartieron por toda aquella área. Después de aquel suceso, se produjo un gran silencio en el paisaje de aquel lugar, durante mucho tiempo reinó un silencio de muerte.
Bandada de pájaro volando, la leyenda popular se basa en dos hechos reales, la forma particular de la lengua de las aves y su comportamiento huidizo ante estimulos amenazantes.
Imagen: Tú y los pájaros
Si suponemos que el Diablo (o el poderoso mago malvado) pudiera ser la personificación literaria del volcán, habríamos encontrado a quién tumbó el árbol gigantesco y luego lo preservó convirtiéndolo en piedra, la erupción volcánica, fue la que destruyó todo el hábitat prehistórico, desterrando la melodía del canto de las aves del nuevo paisaje creado por aquella desastrosa erupción volcánica.
Desde mediados del siglo XIX hasta finales de la década de 1950, era costumbre que, después de una fuerte lluvia, muchos niños y jóvenes de la localidad de Ipolytarnóc fueran hasta el arroyo Borókás, pues allí se podían encontrar muchas "lenguas de pájaro petrificadas". Como es lógico, aquellos jóvenes recolectores ignoraban completamente que aquellas misteriosas "lenguas de pájaro petrificadas", en realidad, eran dientes fósiles de tiburones del Mioceno. Iban en grupos de amigos, a buscarlos para recolectarlos y convertirlos en dinero, vendiéndolos en la estación local del ferrocarril. Los seleccionaban, limpiaban y clasificaban para luego ofrecerlos a los viajeros forasteros que pasaban por la estación de la localidad, como objetos de recuerdo de aquel lugar. Les decían que aquellos extraños objetos puntiagudos, oscuros y relucientes eran antiguas lenguas de pájaro, petrificadas mágicamente en tiempos pasados. Denominadas en idioma húngaro:"megkövesedett madárnyelvet". Si algún comprador escéptico o reticente, ponía en duda tan extraña naturaleza para aquellos objetos, explicaban el correspondiente relato legendario, como justificación de su origen portentoso y de sus propiedades magicas.
Antigua locomotora de vapor, en una estación de ferrocarril de inicios del siglo XX. Un escenario muy semejante al que utilizaban los muchachos de Ipolytarnóc para traficar con los viajeros, su recolecta de dientes fósiles de escualos miocenos.
Imagen; Heraldo
Según contaban algunas personas mayores que en su infancia habían participado en esta actividad comercial, los precios variaban en función del tamaño, rareza o buen estado de conservación de los ejemplares ofertados.
El destino de aquellos fósiles era convertirse en amuletos portadores de buena suerte mágica, para los compradores ignorantes y crédulos o en objetos de recuerdo o coleccionismo para la gente culta.
Parece ser que a partir de 1950 el gobierno húngaro prohibió esta práctica popular extractiva y comercial, con la finalidad de proteger y conservar el patrimonio paleontológico nacional, para reservarlo para su estudio científico y su futura musealización en un futuro parque natural paleontológico.
De esta manera, fue como Antal Koch, naturalista y profesor universitario en Budaest, descubrió casualmente la existencia de estos fósiles, en 1900, al parar su tren en la estación de Ipolytarnóc. Posteriormente, en un viaje de estudio, pudo conocer la ubicación y localizar su yacimiento, pudiendo excavar y recolectar numerosas muestras destinadas a estudiar aquellos dientes fósiles. Pudo descubrir y describir numerosas especies de tiburones fósiles, tras estudiar e identificar sus dientes.
Antal Koch en un trabajo publicado en 1903 explicó que "en aproximadamente una hora de intenso trabajo, después de haber triturado y lavado aquella, arenisca de textura suelta y de grano grueso, quedaron retenidos en el tamiz, alrededor de un centenar de dientes fósiles".
En el trabajo mencionado, el profesor Antal Koch enumeró veinticinco especies de tiburones, pertenecientes a ocho géneros. Posteriormente se han seguido haciendo estudios en la zona y corrigiendo los errores de identificación cometidos por los primeros investigadores. Como el de asignar una especie distinta para cada tipo de diente, cuando en realidad, una misma especie de tiburón puede tener hasta tres tipos diferentes de dientes, adaptados a funciones específicas y distribuidos en distintas zonas de sus fauces.
Nota
(1) Existe otra versión, más moderna, en la que se dice que el responsable de la petrificación del gran árbol no fue el demonio, sino un malvado y poderoso brujo. Posiblemente esta versión sea una moderna adaptación laica de la vieja leyenda tradicional, realizada en la época comunista (ca. 1945-1950), en la que se sustituyó un personaje vinculado con la religión, el demonio, por otro relacionado con la fantasía, el brujo.
Continuará próximamente