domingo, 24 de septiembre de 2017

El registro fósil en la heráldica municipal europea (21)

por Heraclio ASTUDILLO-POMBO,  Universitat de Lleida.


Blasones municipales, de algunas localidades europeas que se muestran orgullosas de su patrimonio paleontológico. (Continuación, parte veinteava).


El gigantesco tronco fósil de Pinuxylon, del Mioceno, de Ipolytarnóc (Hungría) (2ª Parte)


Historia y circunstancias del descubrimiento científico del árbol petrificado


El descubrimiento científico del portentoso ejemplar de tronco fosilizado del árbol gigante de Ipolytarnóc, se llevó a cabo por el aristócrata, jurista, arqueólogo y paleontólogo Ferenc Kubinyi. Quien había acudido hasta la localidad de Losonc en el año 1836, después de haber sido avisado de la existencia del portentoso fósil por un conocido suyo, quien le había informado del sorprendente afloramiento del gigantesco tronco petrificado. Desde ella se desplazó hasta el barranco de Borókás para su primeras observaciones.  

Retrato de Ferenc Kubinyi en la época en que realizó los primeros estudios del tronco fósil de Ipolytarnóc
Imagen: Wikipedia

La diligencia de Ferenc Kubinyi y la premura de su visita resultarían providenciales para el conocimiento científico del enorme ejemplar paleontológico, pues le permitió iniciar la investigación científica mucho antes de que el singular fósil fuera conocido muy lejos del lugar del hallazgo, por mucha gente sin ninguna sensibilidad conservacionista. En ese mismo año de 1836 ya se había iniciado la ávida explotación del atractivo material silíceo de que estaba constituido el tronco fósil de Ipolytarnóc, a pequeña escala. Con el paso de los años las actividades extractivas ejercidas sobre el tronco fósil resultaron ser demasiado devastadoras como para poder haber llevado a término su estudio científico, algunos años más tarde.Las primeras actividades de investigación y excavación científica del gigantesco tronco fueron dirigidas por el mismo Ferenc Kubinyi, luego, sus implicaciones políticas y militares, en revueltas nacionalistas, producidas en el seno del decadente y complicado imperio austro-húngaro, de aquella época, le obligaron a apartarse del estudio científico e incluso a exiliarse.
En 1842 publicó un trabajo titulado "Estudio de un tronco gigante encontrado en la vecindad de Tarnószenthely, en el condado de Nógrád, en términos de magnitudes tridimensionales y en relación con los materiales geológicos circundantes" en el que daba cuenta de todas sus observaciones geológicas y paleontológicas, centradas exclusivamente en el estudio del tronco fósil gigante. En este estudio, Ferenc Kubinyi mencionaba que los fragmentos del tronco gigante desplomado sobre el torrente de de Borókás y fragmentado en dos grandes porciones y otras más pequeñas, reunidos medían en total unos 40 m. de longitud y unos 3 metros de diámetro. Ferenc Kubinyi denominaba al tronco fósil de Ipolytarnóc con el oscuro y vago nombre de "Petrefactum giganteum Humboldi". Este oscuro nombre genérico, impuesto por Ferenc Kubinyi, entonces ya resultaba anticuado para la época, debido a su imprecisión biológica y opacidad botánica, pues solo hacía alusión a ciertas características muy superficiales de su aspecto externo, pero no precisaba su naturaleza biológica, ni su clasificación botánica. Además de que el nombre específico no aludía a nada relacionado directamente con el fósil, sino que aludía al gran naturalista y explorador alemán, Alexander von Humboldt, por el que Ferenc Kubinyi sentía una profunda admiración y a quien quería homenajear de esta manera.

En la Academia de Selmecbánya, precursora de la Universidad de Dunaújváros, en Banská Štiavnica (Eslovaquia), se analizó la composición química de la madera petrificada, a partir de unas muestras procedentes del árbol de Ipolytarnóc que había aportado Ferenc Kubinyi. Resultando que el material que constituía el tronco del árbol gigante de Ipolytarnóc, estaba compuesto por sílice (86,00%), agua (9,22 %),  carbono (2,78 %), arcillas (1,32%) y otras diversas substancias residuales (0,54%). Se trataba de madera silicificada por un proceso de substitución de la materia orgánica del tronco por sílice disuelta en el agua de infiltración, procedente de la mortaja de toba volcánica que lo recubría.

Representación didáctica de la erupción del Vesubio del año 79 d. C., en un grabado de George Julius Poulett Scrope de 1822, basada en la descripción que hizo de ella Plinio el Joven, en una carta dirigida a Tácito. Este tipo de erupciones reciben su nombre científico en honor a Plinio el Viejo, tío de Plinio el Joven, que falleció en dicha erupción, por haberse acercardo demasiado al volcán para realizar observaciones detalladas. Esa misma erupción sepultó la ciudad de Pompeya.
Imagen:
Wikipedia


Distintas investigaciones geológicas y paleontológicas realizadas por diversos investigadores, con posterioridad a las realizadas por Ferenc Kubinyi, permitieron descubrir diversos aspectos relativos a la identidad botánica del gigantesco tronco del árbol de Ipolytarnóal, así como conocer mejor las condiciones ambientales y habitantes del lugar, en tiempos anteriores, simultáneos y posteriores al de su caída y enterramiento.
En 1865, el geólogo húngaro e ingeniero de minas y miembro de la Academia de Ciencias de Hungría, József Szabó, determinó la edad de los materiales que rodeaban el árbol fosilizado, como característicos del periodo Mioceno. Según sus estimaciones la erupción volcánica que había matado, derribado y enterrado al árbol de gran longitud que había excavado Ferenc Kubinyi, 30 años antes se habría producido hacía aproximadamente 11,5 millones de años

En 
1889, el paleobotánico húngaro Móric Staub, partiendo de los datos de las mediciones obtenidas durante la excavación realizada por Ferenc Kubinyi, corrigiendo los efectos de la deformación ocasionada por el aplastamiento sedimentário, estimó que el árbol gigante tendría en la base un perímetro circular de unos 8 m.


Aspecto de la imagen microscópica de un corte del tejido fosilizado del troncos del árbol gigante de Ipolytarnóc, según un dibujo coloreado de János Tuzson de 1901. Su comparación con el de otros permitió su primera identificación cientifica verdadera.
Imagen: Restos fósiles de plantas cenozoicas

En 1901, el paleobotánico húngaro János Tuzson empezó a examinar al microscopio  láminas finas sacadas de secciones del tronco del árbol fosilizado de Ipolytarnóc y comparándolas con las de diversos tipos de árboles prehistóricos. De la comparación realizada pudo determinar que los tejidos vegetales fosilizados parecían ser representativos de una conífera y más concretamente de alguna clase de pinos fósiles, puesto que no era representativa de ninguna especie de pino reciente o viviente en la actualidad. Como el nombre científico que le había impuesto Ferenc Kubinyi no tenía ninguna validez científicaJános Tuzson lo denominó Pinus tarnócziensis, el nombre específico aludía al lugar donde fue hallado el árbol fosilizado

En 1935, el paleontólogo austriaco Othenio Abel, denominaba a la zona fosilífera del barranco de Borókás, " Pompeya prehistórica magiar " en una publicación de investigación paleontologíca de renombre mundial, aludiendo a la gran cantidad de impresiones  de plantas y de huellas de vertebrados terrestres, sobrenombre que aún se conserva en la actualidad. 

En 1954, el botánico húngaro Greguss Pal empezó a observar al microscopio, secciones finas de los tejidos fósiles del árbol de Ipolytarnóc y comparándolas con las de otros árboles fósiles, de antigüedad semejante. Cuando en 1967 las comparaba con las muestras de un árbol gigante fosilizado hallado en Penthatlón (Grecia), llamado Pinuxylon lambertoides, apreció un gran parecido entre ambas. Basándose en las similitudes en la estructura histológica y en el extraordinario tamaño de ambos ejemplares, decidió realizar un cambio en la identificación y denominación genérica, de modo que cambió el nombre nombre científico, pasando a denominarlo Pinuxylon tarnocziense, nombre científico que aún conserva en la actualidad.

En unas excavaciones realizadas en la década de 197o se hallaron nuevos fragmentos de la parte alta del tronco gigante que permitieron estimar que aquel árbol "en posición de vida", debió haber alcanzado algo más de 60 m. de altura. En 1985, mientras se realizaban las obras de construcción del Parque Paleontológico de Ipolytarnóc, al realizar la excavación de de los cimientos y el sótano de uno de los edificios de exposición de las colecciones de fósiles, se halló la parte correspondiente a la copa del árbol gigante de Ipolytarnóc, con esta nueva porción, añadida a las anteriores la altura total del árbol gigante de Ipolytarnóc ya alcanzaba los 90 m. de altura. Pero como no se han hallado nuevos fragmentos del árbol gigante de Ipolytarnóc, correspondientes a la base del tronco desde finales del siglo XIX, en que se había estimado que la base del tronco gigante, debió medir unos 8 m. de perímetro y 3 m. de diámetro, nada ha hecho variar esos datos.


Restos de lo que queda de una de las grandes porciones del tronco fósil del árbol gigante de Ipolytarnóc, en la actualidad, expuestos en una de las salas de la exposición dedicadas divulgar el patrimonio del sitio paleontológico. 
En la pared gris del fondo, tras el guía que explica a los visitantes cada una de las diversas paradas ilustrativas a lo largo del itinerario didáctico, se puede ver dibujada en negro una gran circunferencia de 3 m. de diámetro para visualizar y comparar el perímetro que tenía el tronco fósil, en la zona de la base, cuando fue descubierto por Ferenc Kubinyi en 1836.
Imagen: Restos de árboles fósiles

También se pudo saber que su caída había estado provocada por una gran erupción volcánica que había destruido por completo todo un bosque subtropical, prehistórico, del cual el árbol gigante de Ipolytarnóc formaba parte integrante y que este suceso catastrófico había sucedido casi 20 millones de años antes. Todos los árboles que constituían aquel bosque subtropical prehistórico fueron derribados al mismo tiempo y en la misma dirección, por efecto de una fuerte explosión volcánica. Debido a su gran violencia, tuvo que haberse producido en algún lugar bastante cercano, pues por efecto de la onda expansiva todos los árboles de aquella zona fueron derribados, quedando tumbados casi horizontalmente debido a que la superficie del terreno arrasando debía ser muy llana. Poco después una gran nube de cenizas volcánicas ardientes se precipitó sobre la zona, cayendo desde el cielo, abrasando todo lo que era combustible, mientras todo iba quedando sepultando debajo una capa de polvo volcánico, de tipo riolítico, de unos 3 m. de grosor.

Secciones pulidas de troncos petrificados de árboles prehistóricos, hallados en el barranco Borókás y expuestas en el Parque Paleontológico de Ipolytarnóc. Arriba, a la derecha, la sección vertical de un tocón fósil, mostrando el veteado característico de la madera silicificada, y abajo, a la izquierda, la sección horizontal de un tronco, mostrando los anillos concéntricos de crecimiento anual. Fotografía original de Robert Németh
Imagen: Paleontological ehxibition site


Tras la erupción volcánica, la mayor parte del tronco del árbol gigante y de los otros ejemplares de porte más más modesto, que han sido hallados posteriormente, dispersos por toda la zona del barranco de Bórokás, quedaron incluidos en una capa mixta de transición formada por restos vegetales, suelo forestal, arena y ceniza volcánica, situada sobre una capa de piedra arenisca, depositada algunos pocos millones de años antes, que contiene huellas de vertebrados terrestres y dientes de tiburón, depositada con anterioridad a la erupción volcánica, y bajo una capa de toba volcánica pura, situada en la parte alta que se acumuló por efecto de la fase final de la "caída pliniana" de cenizas volcánicas, sobre los árboles ya derribados y mezclados con material del suelo del bosque. 

Fragmento de toba volcánica con algunas impresiones o huellas de diversos tipos de hojas de diferentes plantas que convivían con el árbol gigante. Su identificación botánica permite conocer la composición botánica de la comunidad forestal dominada por el pino gigante
Imagen: Pangea

Un estudio detallado de las características histológicas y botánicas de los tejidos de diferentes clases de troncos de árboles petrificados y las impresiones fósiles de hojas en la toba volcánica, realizado recientemente, reveló que en la antigua selva subtropical en la que vivía el árbol gigante de Ipolytarnóc, hace unos 20 millones de años, también coexistían con él otras 7 especies más de coníferas arbóreas, 4 especies de árboles caducifolios y 1 especie de palmera. 


Continuará próximamente...
 

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