Fósiles relacionados con algunas tradiciones populares sanpaulinas, en Italia (6)
Las antiguas tradiciones lapidarias médicas frente a las nuevas modas lapidarias médicas hegemónicas (2ª Parte)
De cómo las viejas "piedras de sapo" ("pietre di rospo") de Europa, fueron substituidas por los "ojos de serpiente" ("occhi di serpente") procedentes de Malta, hacia el final de la Edad Media
Introducción
En cuanto a la substitución de las llamada piedras de sapo (pietre di rospo) europeas, de tradición mágica y origen pagano, por otras semejantes llamadas ojos de serpiente (occhi di serpente) de tradición religiosa y origen cristiano, procedentes de la isla de Malta, resultó ser un proceso cultural algo más complejo que en el caso de la sustitución de las viejas piedras lengua o glossopetras, también de tradición mágica y origen pagano, por las nuevas lenguas de serpiente (lingue di serpente) y lenguas de san Pablo (lingue di san Paolo), también de tradición religiosa y origen cristiano, procedentes de la isla de Malta que fue presentado en una entrada anterior, publicada el 12 de julio de 2017.
Para ampliar el marco de referencia sobre usos y creencias asociadas a esta clase de piedras mágicas, antiguamente relacionadas con la medicina y la salud humana, puede consultarse la entrada: Las “piedras de los sapos” (Krötensteine) o "bufonites" (Bufoniten), también publicado en este mismo blog, dentro de la serie "Creencias y prácticas populares relacionadas con algunos tipos de fósiles, considerados en Austria como “piedras curativas” (Heilsteine) o “piedras protectoras” (Schutzsteine)"
Sobre las llamada piedras de sapo (pietre di rospo)
Una antigua tradición mágica muy generalizada en toda Europa, mantenía firmemente arraigada la idea fabulosa de que unas pequeñas y extrañas piedras, de forma hemisférica o cóncavo-convexa, de contorno redondeado o elíptico, con la superficie convexa muy lisa y brillante, mientras que la superficie cóncava era rugosa y mate, con diversas coloraciones y tonalidades terrosas que iban desde el color avellana oscuro hasta el naranja rojizo, e incluso el amarillo, eran una clase de piedras mágicas que se habían generaron dentro de la cabeza de algunos sapos viejos de gran tamaño. Las halladas casualmente en el campo se creía que correspondían a piedras de sapo extraviadas por sus poseedores humanos, vomitadas accidentalmente por sapos vivos o procedentes de la descomposición de cadáveres de sapos muertos.
Decenas de dientes palatales fósiles de Lepidotes, recolectados en sedimentos marinos mesozoicos del Reino Unido, reunidos en la exposición del Museo Escocés de Historia Natural. Conocidos popularmente desde la antigüedad como "toadstones", es decir, "piedras de sapo"
Imagen: MNS
En realidad, esta clase de piedras supuestamente prodigiosas eran los dientes palatales o molariformes fósiles de algunos tipos de peces marinos de tipo óseo (Osteictios). En unos casos las piedras de sapo eran los dientes palatales fósiles de un tipo de peces denominado científicamente Lepidotus o Lepidotes peces que aparecieron en escena en la época del Triásico superior-Jurásico, hace entre 230 y 200 millones de años y que se extinguieron a mediados del Cretácico. En otros casos las piedras de sapo eran los dientes molariformes fósiles de otro tipo de peces marinos, mucho más modernos que vivieron durante el Mioceno, como es el caso del Género Sparus.
Por lo tanto siempre y cuando los materiales geológicos de una localidad europea sean de origen marino y de las antigüedades apropiadas, correspondientes a alguna de las dos épocas citadas, allí pueden hallarse piedras de sapo de alguno de los dos tipo de dientes fósiles mencionados .
Aspecto de 2 dientes molariformes fósiles de un tipo de espárido mediterráneo del Plioceno inferior, procedentes de la loclidad de Guardamar (Alicante). El ejemplar de la izquierda está visto por la parte superior (corona) y el de la derecha por la parte inferior (raiz). Tamaño: 5 y 7 mm. respectivamente. Antiguamente quien los hallaba creía haber encontrado las famosas y maravillosas piedras de sapo. Fotografía de Andrés López.
Imagen: Foro de minerales
En los libros de magia natural, entre los médicos y curanderos de la Edad Media y del Renacimiento, e incluso posteriormente, se decía que solo aquellos sapos que habían superado una edad de más de 7 años, habrían sido capaces de producir esta clase de piedras maravillosas. Pero advertían que no todos los sapos viejos cazados con la finalidad de hacerles expulsar de su interior tales piedras maravillosas, las contenían en su interior (Evans J. Serjeantson M. 1960: 129).
Además también se decía que las mágicas piedras de sapo solamente se podían obtener mediante la puesta en práctica de unos procedimientos rituales muy precisos:
"La piedra de sapo (pierre de crapaut) que algunos llaman bórax, chelonite, batrachite o crapaudine [también bufonites, derivado de la palabra latina bufo (sapo)] derivada de la palabra francesa “crapaut” (sapo), y que otros denominan garatroine, es llamada por los alemanes Krottenstein [derivado de la palabra alemana Kröte (sapo)] Porque según una creencia vulgar se dice que son una clase de piedras expulsadas por la boca, por los sapos viejos, aunque otros dicen que esa piedra se forma y se conserva dentro del cráneo que hay que abrir para extraérsela.
Recuerdo que cuando yo era niño cogí un viejo sapo, y al punto de la media noche lo puse sobre una tela roja, con el fin de obtener la piedra mencionada (pues según se contaba el sapo no entrega fácilmente su piedra, más que cuando se le deposita encima de un paño rojo, a esa hora), pero después de haberme pasado toda la noche observando al animal, el sapo no expulsó nada por la boca, y desde entonces creo que todo lo que se cuenta sobre la "piedra de sapo" y sobre su origen, son invenciones." (Boodt A. B. de 1644, Le parfaict joaillier: 385).
Página del libro "De rerum fossilium, lapidum et gemmarum”, impreso en Tiguri (Suiza), en 1565, en que se trata sobre la "piedra de sapo". En este libro, el primero de su clase que estaba ilustrado, escrito por el médico y naturalista suizo Konrad Gesner, se trataba sobre toda clase de objetos obtenidos por excavación artificial o natural del terreno, además de los verdaderos fósiles, también incluía los minerales, los cristales y los objetos arqueológicos.
Imagen: Books Google
Se creía que la piedra de sapo poseía admirables poderes antivenenosos y cada autor recomendaba formas específicas de aplicación para aprovechar al máximo tales facultades mágicas de la piedra. Algunos autores ponían más énfasis en los poderes mágicos preservativos, como hace el florentino Roberto di Guido Bernardi en su Recetario de Secretos, publicado a mediados del siglo XIV, en el que recomienda lo siguiente:
"No solo es una preciosa piedra coloreada, que se encuentra en el interior de la cabeza de los sapos viejos. Sino que si se pone dentro un vino fuerte y se deja reposar durante tres o cuatro días, comunicará su virtud antivenenosa al citado vino fuerte.
Se recomienda tragar esta clase de piedras para limpiar las entrañas de la suciedad y de los residuos de los excrementos. [La piedra después de este uso podía ser recuperada, limpiada y utilizada nuevamente]
Mientras se está mirando esa piedra o si la mantiene cerca de si mismo ningún animal peligrosos podrá hacerle daño, ni serpiente, ni lobo, ni perro rabioso." (Recetas, encantamientos y secretos, 1897: 73).
Otros autores también insisten sobre los extraordinarios poderes preservativos y curativos de esta clase de piedras y sobre su uso terapéutico:
"Si se lleva sujeta al brazo y está el veneno cerca, esta piedra se calienta, escuece y abrasa la parte en contacto [...] Estando cerca de una olla o taza envenenada, la piedra cambiará de color y empezará a sudar. Si esta piedra se ingiere inmediatamente después de haber tomado el veneno, superará al poder del veneno y todo su efecto será anulado y poco después, tras haber realizado la digestión, la persona se recuperará con todas sus facultades [...] " (Passera, F. Il nuovo tesoro degl'arcani farmacologici, 1688: 845).
Dos grabados antiguos extraídos del tratado medieval de medicina "Hortus Sanitatis" (1491) versión latina de la primera edición alemana publicada en 1485. En los dibujos ilustrativos se muestra la forma de obtención (arriba) y la forma de utilización (debajo) de la denominada "piedra de sapo". Un amuleto y un remedio muy valorado en la sociedad y en la medicina de aquella época.
Imágenes: Wikipedia
Algunos otros médicos, boticarios y naturalistas, pese a no dar crédito a la creencia popular sobre el supuesto origen sapino de esta clase de piedras, seguían creyendo en su imaginaria capacidad antivenenosa, sin haberse preocupado de investigar suficientemente sobre sus propiedades, todas ellas demasiado fantasiosas e insistiendo en su uso medicinal. Esto puede verse en Ferrante Imperato:
Algunos otros médicos, boticarios y naturalistas, pese a no dar crédito a la creencia popular sobre el supuesto origen sapino de esta clase de piedras, seguían creyendo en su imaginaria capacidad antivenenosa, sin haberse preocupado de investigar suficientemente sobre sus propiedades, todas ellas demasiado fantasiosas e insistiendo en su uso medicinal. Esto puede verse en Ferrante Imperato:
"La piedra sapo que según la opinión común se encontrará en la cabeza del sapo [...] es similar en la figura a una cabeza de clavo, convexa de la parte de encima y cóncava de debajo, donde muestra los vestigios de su tallo [...] nacidas sobre algunas piedras a modo de unos pequeños hongos, a los que no sólo se asemejan en la forma, sino también en la coloración [...]; se estima que esta piedra es un antídoto contra los venenos y que destruye las piedras de los riñones y que reduce el rigor de las fiebres de larga duración" (Imperato, F., Dell' historia naturale, 1599: 661).
La fama de estas piedras maravillosas y de sus poderes prodigiosos fueron tan grandes, especialmente en los países del centro y norte de Europa, que algunos escritores célebres las citaron en la trama de sus obras literarias, como por ejemplo:
"- Dulces son los usos de la adversidad que como el sapo, feo y venenoso, lleva una preciosa joya en su cabeza" (Shakespeare W. As You Like It. 1599: Act. II, esc. 1).
James Branch Cabell en su cuento 'La hija de Baltasar' (1927) y en su posterior adaptación teatral 'Los comerciantes de Joyas', (1940), relata como Alessandro de Medici intenta seducir a la joven Graciosa, ofreciéndole alguna de las varias piedras preciosas que tiene en su poder, incluyendo un anillo con una "piedra sacada del cerebro de un sapo".
Además, las más famosas de todas ellas, adquirieron una especie de identidad específica, puesto que incluso se les otorgó un nombre particular derivado del de su primitivo propietario, tal como cita Niccolò Serpetro:
"La Piedra Bufonia, llamada Grateriana fue encontrada el 27 de junio de 1473 por Bertoldo Grattero, de Hopstachio, en el valle de Dipachiana, en Suania, cerca de un pequeño lago, en un lugar donde días antes Bertoldo había observado una gran concentración de serpientes y sapos. Encontró una serpiente y un gran sapo muertos y, en el suelo, muy cerca de ellos, una de estas piedras recubierta de moco. Esta piedra es muy famosa por sus virtudes curativas milagrosas. Es capaz de sanar tumores malignos, curar a los envenenados, a los biliosos, a los afectados de erisipela, de aposteme o de carbunclo, incluso desencanta al ganado que ha sido embrujado.
Dicen que también es beneficiosa contra los encantamientos de las brujas y en particular contra el “mal de ojo” lanzado sobre los niños y sobre las mujeres que están de parto. Previamente a su uso debe ser calentada cerca del fuego dentro de una bolsita, luego se saca caliente y se aplica sobre la piel desnuda, frotándose con ella el lugar afectado. Cuando la piedra se aplica a los maleficiados, inmediatamente comienza a sudar" (Serpetro N., Mercato delle Meraviglie, 1653: 183-184).
Ilustración de los objetos petrificados comúnmente llamados "ojos de serpiente" en Italia y Malta o "piedras de sapo" en Alemania, España, Francia o Suiza, junto a mandíbulas y maxilares de peces marinos espáridos del mediterráneo, mostrando los dientes molariformes. Los fósiles malteses supersticiosos fueron interpretados correctamente como dientes fosilizados de peces marinos, por el artista y naturalista Agostino Scilla (Scilla, A. La vana speculazione disingannata dal senso, 1670, Tabla II).
Giacinto di Gimma relataba en el siglo XVIII que la familia del médico flamenco Levin Lemmens conservaba en su poder una piedra de sapo (pietra bufonia) apodada Lemmiana, del tamaño de una avellana, con la que había realizado diversas experiencias curativas en sus pacientes afectados por mordeduras venenosas que recoge en un libro titulado De occultae naturae miracula, lib. 2 cap. 30. publicado en 1555. Gimma dice que:
"la piedra hacía desaparecer rápidamente las hinchazones causadas por las picaduras de los animales venenosos en cualquier parte del cuerpo, frotándola repetidamente sobre la hinchazon pues se cree que pose la misma propiedad natural que tiene esa bestia [sapo], que saliendo de su madriguera es capaz de consumir cualquier veneno. Y si alguno de sus pacientes había sido mordido por topo, lirón, araña, avispa, escarabajo o por otros animales similares, inmediatamente recurría a aplicar el remedio de la piedra [de sapo] poniéndola sobre la parte atacada, el dolor cesaba inmediatamente y la hinchazón desaparecía." ( Gimma, G. Della fisica sotterranea, tomo 1., liv. 4, 1730 p. 512)
Anillos protectores elaborados con "piedra de sapo" ("pietra di rospo")
Las denominadas piedras de sapo, para que pudieran ejercer su poder mágico de protección de manera continua y permanente, preferiblemente, eran llevadas incrustadas en unos anillos o pulseras que estaban perforadas donde ellas estaban incrustadas, de tal modo que la piedra pudiera estar en contacto directo con la piel de sus propietarios y así pudiera advertirlos con gran prontitud de que estaban muy cerca de algún peligroso veneno oculto que amenazaba su vida:
"Mediante la incrustación de la "piedra de sapo” en un anillo de oro, de tal modo que la piedra toque la carne del dedo, se consigue que en cuanto se presenta algún veneno, la piedra produce tanto calor que le parecerá que un carbón ardiente le está abrasando en el dedo" (Bonardo G. M., La Minera nel Mondo, 1589: 21r).
La fama de estas piedras maravillosas y de sus poderes prodigiosos fueron tan grandes, especialmente en los países del centro y norte de Europa, que algunos escritores célebres las citaron en la trama de sus obras literarias, como por ejemplo:
"- Dulces son los usos de la adversidad que como el sapo, feo y venenoso, lleva una preciosa joya en su cabeza" (Shakespeare W. As You Like It. 1599: Act. II, esc. 1).
James Branch Cabell en su cuento 'La hija de Baltasar' (1927) y en su posterior adaptación teatral 'Los comerciantes de Joyas', (1940), relata como Alessandro de Medici intenta seducir a la joven Graciosa, ofreciéndole alguna de las varias piedras preciosas que tiene en su poder, incluyendo un anillo con una "piedra sacada del cerebro de un sapo".
Además, las más famosas de todas ellas, adquirieron una especie de identidad específica, puesto que incluso se les otorgó un nombre particular derivado del de su primitivo propietario, tal como cita Niccolò Serpetro:
"La Piedra Bufonia, llamada Grateriana fue encontrada el 27 de junio de 1473 por Bertoldo Grattero, de Hopstachio, en el valle de Dipachiana, en Suania, cerca de un pequeño lago, en un lugar donde días antes Bertoldo había observado una gran concentración de serpientes y sapos. Encontró una serpiente y un gran sapo muertos y, en el suelo, muy cerca de ellos, una de estas piedras recubierta de moco. Esta piedra es muy famosa por sus virtudes curativas milagrosas. Es capaz de sanar tumores malignos, curar a los envenenados, a los biliosos, a los afectados de erisipela, de aposteme o de carbunclo, incluso desencanta al ganado que ha sido embrujado.
Dicen que también es beneficiosa contra los encantamientos de las brujas y en particular contra el “mal de ojo” lanzado sobre los niños y sobre las mujeres que están de parto. Previamente a su uso debe ser calentada cerca del fuego dentro de una bolsita, luego se saca caliente y se aplica sobre la piel desnuda, frotándose con ella el lugar afectado. Cuando la piedra se aplica a los maleficiados, inmediatamente comienza a sudar" (Serpetro N., Mercato delle Meraviglie, 1653: 183-184).
Ilustración de los objetos petrificados comúnmente llamados "ojos de serpiente" en Italia y Malta o "piedras de sapo" en Alemania, España, Francia o Suiza, junto a mandíbulas y maxilares de peces marinos espáridos del mediterráneo, mostrando los dientes molariformes. Los fósiles malteses supersticiosos fueron interpretados correctamente como dientes fosilizados de peces marinos, por el artista y naturalista Agostino Scilla (Scilla, A. La vana speculazione disingannata dal senso, 1670, Tabla II).
Giacinto di Gimma relataba en el siglo XVIII que la familia del médico flamenco Levin Lemmens conservaba en su poder una piedra de sapo (pietra bufonia) apodada Lemmiana, del tamaño de una avellana, con la que había realizado diversas experiencias curativas en sus pacientes afectados por mordeduras venenosas que recoge en un libro titulado De occultae naturae miracula, lib. 2 cap. 30. publicado en 1555. Gimma dice que:
"la piedra hacía desaparecer rápidamente las hinchazones causadas por las picaduras de los animales venenosos en cualquier parte del cuerpo, frotándola repetidamente sobre la hinchazon pues se cree que pose la misma propiedad natural que tiene esa bestia [sapo], que saliendo de su madriguera es capaz de consumir cualquier veneno. Y si alguno de sus pacientes había sido mordido por topo, lirón, araña, avispa, escarabajo o por otros animales similares, inmediatamente recurría a aplicar el remedio de la piedra [de sapo] poniéndola sobre la parte atacada, el dolor cesaba inmediatamente y la hinchazón desaparecía." ( Gimma, G. Della fisica sotterranea, tomo 1., liv. 4, 1730 p. 512)
Anillos protectores elaborados con "piedra de sapo" ("pietra di rospo")
Las denominadas piedras de sapo, para que pudieran ejercer su poder mágico de protección de manera continua y permanente, preferiblemente, eran llevadas incrustadas en unos anillos o pulseras que estaban perforadas donde ellas estaban incrustadas, de tal modo que la piedra pudiera estar en contacto directo con la piel de sus propietarios y así pudiera advertirlos con gran prontitud de que estaban muy cerca de algún peligroso veneno oculto que amenazaba su vida:
"Mediante la incrustación de la "piedra de sapo” en un anillo de oro, de tal modo que la piedra toque la carne del dedo, se consigue que en cuanto se presenta algún veneno, la piedra produce tanto calor que le parecerá que un carbón ardiente le está abrasando en el dedo" (Bonardo G. M., La Minera nel Mondo, 1589: 21r).
Esta práctica supersticiosa estuvo muy extendida en toda Europa, por este motivo en muchos museos europeos se pueden encontrar anillos-amuleto con piedras de sapo. En las colecciones de joyería antigua...y moderna de varios museos europeos, se conservan anillos con piedras de sapo incrustadas y que en su gran mayoría pertenecen a los tiempos de finales de la Edad Media y de principios de la primera Edad Moderna
En el Museo de South Kensington de Londres, actualmente denominado "Victoria and Albert Museum", se conservan diveros anillos de sello que llevan incrustados dientes fósiles del paladar procedentes del pez fósil Lepidotes (Ettlinger E. British amulets in London Museums, 1939: 149).
Incluso el Museo Pitt Rivers y el Museo Ashmoleano de Oxford conservan algunos anillos similares, descritos e ilustrados por Kenneth Oakley (Oakley K. P., Decorative and Symbolic Uses of Vertebrate Fossils. 1975: 89), incluyendo uno que fue comprado en Florencia (Italia), en 1919, por Walter L. Hildburgh. (Pitt Rivers Museum, inv. 1985.50.323.)
También están presentes dos anillos con piedra de sapo (lapis bufonius) en el Museo Nacional de Dinamarca en Copenhague, (Gundestrup B. Det Kongelige danske Kunstkammer 1737 Kopenhaga, 1991-1995: 158-159)
Como una evidencia material del hecho de que las piedras de sapo (toadstones) fueron objetos muy codiciados, en su época de máximo explendor, por los que se pagaban grandes sumas de dinero. El paleontólogo británico Kenneth Oakley identificó la presencia de un anillo con una piedra de sapo falsificada, existente en las colecciones del museo Pitt Rivers:
"En un anillo de piedra de sapo, falsificada, procedente de Francia, se habría alcanzado la perfecta imitación de un diente fósil de Lepidotes. El engaño fue conseguido por medio de un cuidadoso tallado y pulido de un pequeño fragmento de hueso de mamífero al que se le dio la apariencia apropiada." (Pitt Rivers Museum, inv. 1977.5.3.)
Sobre la expansión geográfica de los "ojos de serpientes" ("occhi di serpenti")
La primera zona de Europa en donde más tempranamente se tiende a no seguir asociando los dientes fósiles de Lepidotes con las viejas piedras sapo, fue en el centro y sur de Italia, donde el comercio de la tierra de Malta y de los fósiles asociados al culto de san Pablo, fue más temprano y más activo, ello fue posible debido a su mayor proximidad a la isla de Malta, lugar de procedencia de las creencias y de los objetos supersticiosos.
Con el paso del tiempo y de forma progresiva los dientes fósiles de Lepidotes y de Sparus del sur de Europa que hasta ese momento habían sido creídos piedras expulsadas de la cabeza o del estómago de sapos viejos, van cambiando de interpretación. El cambio de paradigma se produce al quedar sometidos esos fósiles a la novedosa y fuerte influencia de la nueva corriente del curanderismo sureño, de inspiración religiosa y justificación milagrosa sanpaulinista, que procedente de la isla de Malta, que se va extendiendo rápidamente y haciendo hegemónica. En este nuevo contexto los dientes fósiles de Lepidotes y los de Sparus, continentales, van dejando de estar sometidos a la influencia de las antiguas creencias mágicas tradicionales y van siendo asimilados por el complejo mítico-ritual, ligado al poder antivenenoso de San Pablo apóstol y al milagro de la eliminación del veneno ofídico y de las serpientes venenosas de la isla de Malta.
El proceso europeo de substitución de la primitiva explicación mágica y pagana del supuesto origen sapino de los dientes fósiles de Lepidotes y Sparus que se había iniciado en Italia, continuó ganando adeptos y extendiéndose por toda Europa, a medida que la que era inicialmente una asociación legendaria, nueva y minoritaria, de los dientes fósiles de Lepidotes y Sparus con san Pablo apóstol, finalmente acabó por hacerse única, excluyente y permanente en la mayor parte del continente.
Representación iconográfica oficial de san Pablo Apóstol, de frente, de cuerpo entero, coronado con un halo luminoso. Majestuosamente sujeta en su mano izquierda una larga espada y un libro, mientras su mano derecha levantada está bendiciendo. Aparece rodeado de las inquietantes figuras: varias serpientes rastreras y otras rampantes en actitud agresiva y también un legendario basilisco al fondo.
Estampa devocional popular siciliana de san Pablo, de finales del siglo XIX. Colección privada.
Imagen: figura 5, en Tra bambini e acque sporche de Giancarlo Baronti
Aunque en Italia la propagación de las prácticas y creencias asociadas a las denominadas piedras sapo parecen haber sido un fenómeno particularmente relevante durante la Edad Media, debe tenerse en cuenta que, por regla general, no se utilizaron con propósitos antivenenosos, sino con otros bien distintos, esta particularidad quizás explicaría el éxito que tuvieron los ojos de serpiente en su substitución:
"Desde hace unos pocos años se ha extendido por casi toda Europa, pero más por Italia y Francia, el uso de ciertas piedras comúnmente llamadas "piedras del sapo". A pesar de que sus virtudes no son reales, se usan contra el vértigo, contra el mal del flanco y contra los accidentes del corazón" (Tesoro delle Gioie, 1670: 126).
Estampa devocional popular siciliana de san Pablo, de finales del siglo XIX. Colección privada.
Imagen: figura 5, en Tra bambini e acque sporche de Giancarlo Baronti
Aunque en Italia la propagación de las prácticas y creencias asociadas a las denominadas piedras sapo parecen haber sido un fenómeno particularmente relevante durante la Edad Media, debe tenerse en cuenta que, por regla general, no se utilizaron con propósitos antivenenosos, sino con otros bien distintos, esta particularidad quizás explicaría el éxito que tuvieron los ojos de serpiente en su substitución:
"Desde hace unos pocos años se ha extendido por casi toda Europa, pero más por Italia y Francia, el uso de ciertas piedras comúnmente llamadas "piedras del sapo". A pesar de que sus virtudes no son reales, se usan contra el vértigo, contra el mal del flanco y contra los accidentes del corazón" (Tesoro delle Gioie, 1670: 126).
Incluso en un texto legal italiano del siglo XVI, se cita la existencia de anillos protectores con piedras protectoras "falsificadas", similares a los anteriormente comentados que se usaban en Inglaterra, Francia y Dinamarca. Este texto legal italiano está relacionado con un proceso judicial celebrado en Roma en 1595:
" Se trata de unos estafadores sin escrúpulos que han engañado hábilmente a los aldeanos, vendiéndoles anillos falsos [con los supuestos "ojos de serpiente" petrificadas milagrosamente por san Pablo en Malta] y también "tierra de la Gracia de san Pablo" que también era falsa." (Piero Camporesi, Il libro dei vagabondi, 1973: 357).
Aspecto de tres fragmentos de placas palatales fósiles, de Lepidotes, recolectados en sedimentos marinos mesozoicos del Reino Unido, expuestos en la exposición del Museo Escocés de Historia Natural. Completamente recubiertos de dientes dispuestos en hileras según tamaños en el borde o el centro. Los dientes sueltos, desprendidos, eran conocidos popularmente como "toadstones", es decir, "piedras de sapo"
Imagen: MNS
Podemos ver como este proceso de transformación iniciado en Italia se manifiesta en otros lugares de Europa, así es como nos encontramos con que en un inventario francés de la primera mitad del siglo XVI, aún se puede identificar la coexistencia de los dos complejos mítico-rituales, asociados a los dientes fósiles de Lepidotes, el novísimo sanpaulino y el mágico tradicional. Puesto que mientras los dientes fósiles de tiburón son llamados "lenguas de serpiente" de acuerdo a la nueva tradición sanpaulina, resulta que los dientes fósiles de Lepidotes todavía son asociados con la vieja tradición mítica asociada a la figura del sapo:
- "Seis "lenguas de serpiente" y "crapaudinas [o piedras de sapo]", todas engarzadas en plata y unidas por una pequeña cadena de plata" (De la Tremouille L. Inventaire de François de La Trémoille, 1542, 1887: 12)
A finales del siglo XVII, el médico checo Simon Aloysius Tudecius (Tudecius S. A. 1678-1679: 289) informa haber visto en Praga, un lujoso brazalete confeccionado con "ojos de serpiente petrificados" en el brazo de una mujer, de familia noble. De esto se puede inducir que en ese momento, en el reino de Bohemia (actual Chequia), los dientes fósiles de Lepidotes y Sparus, ya habían entrado a formar parte de la tradición sanpaulina que debía ser la dominante en aquella época.
De las notaciones del médico y naturalista británico Walter Charleton, realizadas hacia finales del siglo XVII, también se desprende esa misma idea, para las supersticiones del Reino Unido:
"A unas piedrecitas que aseguran ser procedentes de la isla de Malta [...] cuyos habitantes las llaman "ojos de serpiente petrificados" [...] sus varones preclaros les atribuyen virtudes en la curación de las afecciones de los ojos y de la cabeza" (Charleton, W., Exercitationes de differentiis nominibus animalium. 1677: 25).
Copas antiveneno con "ojos de serpientes" ("occhi di serpenti")
"Uno de los primeros y principales motivos que hubieran podido propiciar la regresión de las primitivas creencias curativas y usos sociales supersticiosos asociados a las viejas "piedras de sapo", pudiera haber sido la temprana introducción y uso en Europa, de unas copas de cerámicas, a las que se creía dotadas de virtud antivenenosa que estaban elaboradas en la isla de Malta, con la tierra milagrosa extraída de la Gruta de S. Pablo.
Para evitar falsificaciones y garantizar su autenticidad, pero también para reforzar su efecto milagroso preventivo de envenenamiento, los artesanos malteses que las habían elaborado incrustaban en su interior algunos dientes fósiles palatales de Lepidotes, durante la primera fase de modelado cuando el barro aún estaba blando. Una vez endurecidas tras el paso por el horno, los dientes fósiles incrustados aparecían en forma de unos relieves característicos en la superficie del interior de estas copas" (Zammit-Maempel G. Fossil Sharks' Teeth: A Medieval Safeguard Against Poisoning, 1975a: 90).
Nota informativa:
El texto que compone esta entrada, ha sido extraído casi íntegramente de una obra del antropólogo y etnólogo italiano Giancarlo Baronti, especialista en curanderismo tradicional y medicina mágica popular italiana. El texto original italiano ha sido traducido y adaptado al castellano y ligeramente modificado, con algunas pequeñas adiciones y correcciones, además de todas las ilustraciones y sus comentarios asociados, por quien escribe.
El material original del Dr. Giancarlo Baronti está contenido en el interesantísimo libro: Tra bambini e acque sporche. Immersioni nella collezione di amuleti di Giuseppe Bellucci (2008).
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