jueves, 30 de noviembre de 2017

Folclore paleontológico italiano (6)

Heraclio Astudillo-Pombo. Universitat de Lleida

Fósiles relacionados con algunas tradiciones populares sanpaulinas, en Italia (6)

Las antiguas tradiciones lapidarias médicas frente a las nuevas modas lapidarias médicas hegemónicas (2ª Parte)


De cómo las viejas "piedras de sapo" ("pietre di rospo") de Europa, fueron substituidas por los "ojos de serpiente" ("occhi di serpente") procedentes de Malta, hacia el final de la Edad Media


Introducción

En cuanto a la substitución de las llamada piedras de sapo (pietre di rospo) europeas, de tradición mágica y origen pagano, por otras semejantes llamadas ojos de serpiente (occhi di serpente) de tradición religiosa y origen cristiano, procedentes de la isla de Malta, resultó ser un proceso cultural algo más complejo que en el caso de la sustitución de las viejas piedras lengua o glossopetras, también de tradición mágica y origen pagano, por las nuevas lenguas de serpiente (lingue di serpente) y lenguas de san Pablo (lingue di san Paolo), también de tradición religiosa y origen cristiano, procedentes de la isla de Malta que fue presentado en una entrada anterior, publicada el 12 de julio de 2017

Para ampliar el marco de referencia sobre usos y creencias asociadas a esta clase de piedras mágicas, antiguamente relacionadas con la medicina y la salud humana, puede consultarse la entrada: Las “piedras de los sapos” (Krötensteine) o "bufonites" (Bufoniten), también publicado en este mismo blog, dentro de la serie "Creencias y prácticas populares relacionadas con algunos tipos de fósiles, considerados en Austria como “piedras curativas” (Heilsteine) o “piedras protectoras” (Schutzsteine)" 


Sobre las llamada piedras de sapo (pietre di rospo)

Una antigua tradición mágica muy generalizada en toda Europa, mantenía firmemente arraigada la idea fabulosa de que unas pequeñas y extrañas piedras, de forma hemisférica o cóncavo-convexa, de contorno redondeado o elíptico, con la superficie convexa muy lisa y brillante, mientras que la superficie cóncava era rugosa y mate, con diversas coloraciones y tonalidades terrosas que iban desde el color avellana oscuro hasta el naranja rojizo, e incluso el amarillo, eran una clase de piedras mágicas que se habían generaron dentro de la cabeza de algunos sapos viejos de gran tamaño. Las halladas casualmente en el campo se creía que correspondían a piedras de sapo extraviadas por sus poseedores humanos, vomitadas accidentalmente por sapos vivos o procedentes de la descomposición de cadáveres de sapos muertos.

Decenas de dientes palatales fósiles de Lepidotes, recolectados en sedimentos marinos mesozoicos del Reino Unido, reunidos en la exposición del Museo Escocés de Historia Natural. Conocidos popularmente desde la antigüedad como "toadstones", es decir, "piedras de sapo"
Imagen: MNS

En realidad, esta clase de piedras supuestamente prodigiosas eran los dientes palatales o molariformes fósiles de algunos tipos de peces marinos de tipo óseo (Osteictios). En unos casos l
as piedras de sapo eran los dientes palatales fósiles de un tipo de peces denominado científicamente Lepidotus o Lepidotes peces que aparecieron en escena en la época del Triásico superior-Jurásico, hace entre 230 y 200 millones de años y que se extinguieron a mediados del Cretácico. En otros casos las piedras de sapo eran los dientes molariformes fósiles de otro tipo de peces marinos, mucho más modernos que vivieron durante el Mioceno, como es el caso del Género Sparus
Por lo tanto siempre y cuando los materiales geológicos de una localidad europea sean de origen marino y de las antigüedades apropiadas, correspondientes a alguna de las dos épocas citadas, allí pueden hallarse piedras de sapo de alguno de los dos tipo de dientes fósiles mencionados .

Aspecto de 2 dientes molariformes fósiles de un tipo de espárido mediterráneo del Plioceno inferior, procedentes de la loclidad de Guardamar (Alicante). El ejemplar de la izquierda está visto por la parte superior (corona) y el de la derecha por la parte inferior (raiz). Tamaño: 5 y 7 mm. respectivamente. Antiguamente quien los hallaba creía haber encontrado las famosas y maravillosas piedras de sapo. Fotografía de Andrés López. 
Imagen: Foro de minerales

En los libros de magia natural, entre los médicos y curanderos de la Edad Media y del Renacimiento, e incluso posteriormente, se decía que solo aquellos sapos que habían superado una edad de más de 7 años, habrían sido capaces de producir esta clase de piedras maravillosas. Pero advertían que no todos los sapos viejos cazados con la finalidad de hacerles expulsar de su interior tales piedras maravillosas, las contenían en su interior (Evans J. Serjeantson M. 1960: 129).
Además también se decía que las mágicas piedras de sapo solamente se podían obtener mediante la puesta en práctica de unos procedimientos rituales muy precisos:
"La piedra de sapo (pierre de crapaut) que algunos llaman bórax, chelonite, batrachite o crapaudine [también bufonites, derivado de la palabra latina bufo (sapo)] derivada de la palabra francesa “crapaut” (sapo), y que otros denominan garatroine, es llamada por los alemanes Krottenstein [derivado de la palabra alemana Kröte (sapo)] Porque según una creencia vulgar se dice que son una clase de piedras expulsadas por la boca, por los sapos viejos, aunque otros dicen que esa piedra se forma y se conserva dentro del cráneo que hay que abrir para extraérsela.
Recuerdo que cuando yo era niño cogí un viejo sapo, y al punto de la media noche lo puse sobre una tela roja, con el fin de obtener la piedra mencionada (pues según se contaba el sapo no entrega fácilmente su piedra, más que cuando se le deposita encima de un paño rojo, a esa hora), pero después de haberme pasado toda la noche observando al animal, el sapo no expulsó nada por la boca, y desde entonces creo que todo lo que se cuenta sobre la "piedra de sapo" y sobre su origen, son invenciones."
(Boodt A. B. de 1644, Le parfaict joaillier: 385).


Página del libro "De rerum fossilium, lapidum et gemmarum”, impreso en Tiguri (Suiza), en 1565, en que se trata sobre la "piedra de sapo". En este libro, el primero de su clase que estaba ilustrado, escrito por el médico y naturalista suizo Konrad Gesner, se trataba sobre toda clase de objetos obtenidos por excavación artificial o natural del terreno, además de los verdaderos fósiles, también incluía los minerales, los cristales y los objetos arqueológicos.
Imagen:
Books Google


Se creía que la piedra de sapo poseía admirables poderes antivenenosos y cada autor recomendaba formas específicas de aplicación para aprovechar al máximo tales facultades mágicas de la piedra. Algunos autores ponían más énfasis en los poderes mágicos preservativos, como hace el florentino Roberto di Guido Bernardi en su Recetario de Secretos, publicado a mediados del siglo XIV, en el que recomienda lo siguiente:
"No solo es una preciosa piedra coloreada, que se encuentra en el interior de la cabeza de los sapos viejos. Sino que si se pone dentro un vino fuerte y se deja reposar durante tres o cuatro días, comunicará su virtud antivenenosa al citado vino fuerte. 

Se recomienda tragar esta clase de piedras para limpiar las entrañas de la suciedad y de los residuos de los excrementos. [La piedra después de este uso podía ser recuperada, limpiada y utilizada nuevamente]
Mientras se está mirando esa piedra o si la mantiene cerca de si mismo ningún animal peligrosos podrá hacerle daño, ni serpiente, ni lobo, ni perro rabioso." (Recetas, encantamientos y secretos, 1897: 73). 

Otros autores también insisten sobre los extraordinarios poderes preservativos y curativos de esta clase de piedras y sobre su uso terapéutico: 
"Si se lleva sujeta al brazo y está el veneno cerca, esta piedra se calienta, escuece y abrasa la parte en contacto [...] Estando cerca de una olla o taza envenenada, la piedra cambiará de color y empezará a sudar. Si esta piedra se ingiere inmediatamente después de haber tomado el veneno, superará al poder del veneno y todo su efecto será anulado y poco después, tras haber realizado la digestión, la persona se recuperará con todas sus facultades [...] " (Passera, F. Il nuovo tesoro degl'arcani farmacologici, 1688: 845).

Dos grabados antiguos extraídos del tratado medieval de medicina "Hortus Sanitatis" (1491) versión latina de la primera edición alemana publicada en 1485. En los dibujos ilustrativos se muestra la forma de obtención (arriba) y la forma de utilización (debajo) de la denominada "piedra de sapo". Un amuleto y un remedio muy valorado en la sociedad y en la medicina de aquella época.
Imágenes: Wikipedia

Algunos otros médicos, boticarios y naturalistas, pese a no dar crédito a la creencia popular sobre el supuesto origen sapino de esta clase de piedras, seguían creyendo en su imaginaria capacidad antivenenosa, sin haberse preocupado de investigar suficientemente sobre sus propiedades, todas ellas demasiado fantasiosas e  insistiendo en su uso medicinal. Esto puede verse en Ferrante Imperato:
"La piedra sapo que según la opinión común se encontrará en la cabeza del sapo [...] es similar en la figura a una cabeza de clavo, convexa de la parte de encima y cóncava de debajo, donde muestra los vestigios de su tallo [...] nacidas sobre algunas piedras a modo de unos pequeños hongos, a los que no sólo se asemejan en la forma, sino también en la coloración [...]; se estima que esta piedra es un antídoto contra los venenos y que destruye las piedras de los riñones y que reduce el rigor de las fiebres de larga duración" (Imperato, F., Dell' historia naturale, 1599: 661).
La fama de estas piedras maravillosas y de sus poderes prodigiosos fueron tan grandes, especialmente en los países del centro y norte de Europa, que algunos escritores célebres las citaron en la trama de sus obras literarias, como por ejemplo:
"- Dulces son los usos de la adversidad que como el sapo, feo y venenoso, lleva una preciosa joya en su cabeza" (Shakespeare W. As You Like It. 1599: Act. II, esc. 1).
James Branch Cabell en su cuento 'La hija de Baltasar' (1927) y en su posterior adaptación teatral 'Los comerciantes de Joyas', (1940), relata como Alessandro de Medici intenta seducir a la joven Graciosa, ofreciéndole alguna de las varias piedras preciosas que tiene en su poder, incluyendo un anillo con una "piedra sacada del cerebro de un sapo".

Además, las más famosas de todas ellas, adquirieron una especie de identidad específica, puesto que incluso se les otorgó un nombre particular derivado del de su primitivo propietario, tal como cita Niccolò Serpetro:
"La Piedra Bufonia, llamada Grateriana fue encontrada el 27 de junio de 1473 por Bertoldo Grattero, de Hopstachio, en el valle de Dipachiana, en Suania, cerca de un pequeño lago, en un lugar donde días antes Bertoldo había observado una gran concentración de serpientes y sapos. Encontró una serpiente y un gran sapo muertos y, en el suelo, muy cerca de ellos, una de estas piedras recubierta de moco. Esta piedra es muy famosa por sus virtudes curativas milagrosas. Es capaz de sanar tumores malignos, curar a los envenenados, a los biliosos, a los afectados de erisipela, de aposteme o de carbunclo, incluso desencanta al ganado que ha sido embrujado.
Dicen que también es beneficiosa contra los encantamientos de las brujas y en particular contra el “mal de ojo” lanzado sobre los niños y sobre las mujeres que están de parto. Previamente a su uso debe ser calentada cerca del fuego dentro de una bolsita, luego se saca caliente y se aplica sobre la piel desnuda, frotándose con ella el lugar afectado. Cuando la piedra se aplica a los maleficiados, inmediatamente comienza a sudar"
(Serpetro N., Mercato delle Meraviglie, 1653: 183-184).


Ilustración de los objetos petrificados comúnmente llamados "ojos de serpiente" en Italia y Malta o "piedras de sapo" en Alemania, España, Francia o Suiza, junto a mandíbulas y maxilares de peces marinos espáridos del mediterráneo, mostrando los dientes molariformes. Los fósiles malteses supersticiosos fueron interpretados correctamente como dientes fosilizados de peces marinos, por el artista y naturalista Agostino Scilla (Scilla, A. La vana speculazione disingannata dal senso, 1670, Tabla II).

Giacinto di Gimma relataba en el siglo XVIII que la familia del médico flamenco Levin Lemmens conservaba en su poder una piedra de sapo (pietra bufonia) apodada Lemmiana, del tamaño de una avellana, con la que había realizado diversas experiencias curativas en sus pacientes afectados por mordeduras venenosas que recoge en un libro titulado De occultae naturae miracula, lib. 2 cap. 30. publicado en 1555. Gimma dice que: 
"la piedra hacía desaparecer rápidamente las hinchazones causadas por las picaduras de los animales venenosos en cualquier parte del cuerpo, frotándola repetidamente sobre la hinchazon pues se cree que pose la misma propiedad natural que tiene esa bestia [sapo], que saliendo de su madriguera es capaz de consumir cualquier veneno. Y si alguno de sus pacientes había sido mordido por topo, lirón, araña, avispa, escarabajo o por otros animales similares, inmediatamente recurría a aplicar el remedio de la piedra [de sapo]  poniéndola sobre la parte atacada, el dolor cesaba inmediatamente y la hinchazón desaparecía." ( Gimma, G. Della fisica sotterranea, tomo 1., liv. 4, 1730 p. 512)


Anillos protectores elaborados con "piedra de sapo" ("pietra di rospo")

Las denominadas piedras de sapo, para que pudieran ejercer su poder mágico de protección de manera continua y permanente, preferiblemente, eran llevadas incrustadas en unos anillos o pulseras que estaban perforadas donde ellas estaban incrustadas, de tal modo que la piedra pudiera estar en contacto directo con la piel de sus propietarios y así pudiera advertirlos con gran prontitud de que estaban muy cerca de algún peligroso veneno oculto que amenazaba su vida:
"Mediante la incrustación de la "piedra de sapo” en un anillo de oro, de tal modo que la piedra toque la carne del dedo, se consigue que en cuanto se presenta algún veneno, la piedra produce tanto calor que le parecerá que un carbón ardiente le está abrasando en el dedo" (Bonardo G. M., La Minera nel Mondo, 1589: 21r).

Esta práctica supersticiosa estuvo muy extendida en toda Europa, por este motivo en muchos museos europeos se pueden encontrar anillos-amuleto con piedras de sapo. En las colecciones de joyería antigua...y moderna de varios museos europeos, se conservan anillos con piedras de sapo incrustadas y que en su gran mayoría pertenecen a los tiempos de finales de la Edad Media y de principios de la primera Edad Moderna


Anillos británicos del siglo XVII, elaborados con oro y adornados con una o más piedras toadstone, es decir, piedras de sapo. En el Reino Unido la absurda creencia supersticiosa se mantuvo vigente hasta bien avanzado el siglo XIX
Imagen: Victoria & Albert Museum

En el Museo de South Kensington de Londres, actualmente denominado "Victoria and Albert Museum", se conservan diveros anillos de sello que llevan incrustados dientes fósiles del paladar procedentes del pez fósil Lepidotes (Ettlinger E. British amulets in London Museums, 1939: 149). 

Incluso el Museo Pitt Rivers y el Museo Ashmoleano de Oxford conservan algunos anillos similares, descritos e ilustrados por Kenneth Oakley (Oakley K. P., Decorative and Symbolic Uses of Vertebrate Fossils. 1975: 89), incluyendo uno que fue comprado en Florencia (Italia), en 1919, por Walter L. Hildburgh. (Pitt Rivers Museum, inv. 1985.50.323.)

También están presentes dos anillos con piedra de sapo (lapis bufonius) en el Museo Nacional de Dinamarca en Copenhague, (Gundestrup B. Det Kongelige danske Kunstkammer 1737 Kopenhaga, 1991-1995: 158-159) 

Como una evidencia material del hecho de que las piedras de sapo (toadstones) fueron objetos muy codiciados, en su época de máximo explendor, por los que se pagaban grandes sumas de dinero. El paleontólogo británico Kenneth Oakley identificó la presencia de un anillo con una piedra de sapo falsificada, existente en las colecciones del museo Pitt Rivers:
"En un anillo de piedra de sapo, falsificada, procedente de Francia, se habría alcanzado la perfecta imitación de un diente fósil de Lepidotes. El engaño fue conseguido por medio de un cuidadoso tallado y pulido de un pequeño fragmento de hueso de mamífero al que se le dio la apariencia apropiada." (Pitt Rivers Museum, inv. 1977.5.3.) 



Sobre la expansión geográfica de los "ojos de serpientes" ("occhi di serpenti")

La primera zona de Europa en donde más tempranamente se tiende a no seguir asociando los dientes fósiles de Lepidotes con las viejas piedras sapo, fue en el centro y sur de Italia, donde el comercio de la tierra de Malta y de los fósiles asociados al culto de san Pablo, fue más temprano y más activo, ello fue posible debido a su mayor proximidad a la isla de Malta, lugar de procedencia de las creencias y de los objetos supersticiosos.
Con el paso del tiempo y de forma progresiva los dientes fósiles de Lepidotes y de Sparus del sur de Europa que hasta ese momento habían sido creídos piedras expulsadas de la cabeza o del estómago de sapos viejos, van cambiando de interpretación. El cambio de paradigma se produce al quedar sometidos esos fósiles a la novedosa y fuerte influencia de la nueva corriente del curanderismo sureño, de inspiración religiosa y justificación milagrosa sanpaulinista, que procedente de la isla de Malta, que se va extendiendo rápidamente y haciendo hegemónica. En este nuevo contexto los dientes fósiles de Lepidotes y los de Sparus, continentales, van dejando de estar sometidos a la influencia de las antiguas creencias mágicas tradicionales y van siendo asimilados por el complejo mítico-ritual, ligado al poder antivenenoso de San Pablo apóstol y al milagro de la eliminación del veneno ofídico y de las serpientes venenosas de la isla de Malta.

El proceso europeo de substitución de la primitiva explicación mágica y pagana del supuesto origen sapino de los dientes fósiles de Lepidotes y Sparus que se había iniciado en Italia, continuó ganando adeptos y extendiéndose por toda Europa, a medida que la que era inicialmente una asociación legendaria, nueva y minoritaria, de los dientes fósiles de Lepidotes y Sparus con san Pablo apóstol, finalmente 
acabó por hacerse única, excluyente y permanente en la mayor parte del continente.

Representación iconográfica oficial de san Pablo Apóstol, de frente, de cuerpo entero, coronado con un halo luminoso. Majestuosamente sujeta en su mano izquierda una larga espada y un libro, mientras su mano derecha levantada está bendiciendo. Aparece rodeado de las inquietantes figuras: varias serpientes rastreras y otras rampantes en actitud agresiva y también un legendario basilisco al fondo.
Estampa devocional popular siciliana de san Pablo, de finales del siglo XIX. Colección privada.
Imagen: figura 5, en Tra bambini e acque sporche de Giancarlo Baronti


Aunque en Italia la propagación de las prácticas y creencias asociadas a las denominadas piedras sapo parecen haber sido un fenómeno particularmente relevante durante la Edad Media, debe tenerse en cuenta que, por regla general, no se utilizaron con propósitos antivenenosos, sino con otros bien distintos, esta particularidad quizás explicaría el éxito que tuvieron los ojos de serpiente en su substitución:
"Desde hace unos pocos años se ha extendido por casi toda Europa, pero más por Italia y Francia, el uso de ciertas piedras comúnmente llamadas "piedras del sapo". A pesar de que 
sus virtudes no son reales, se usan contra el vértigo, contra el mal del flanco y contra los accidentes del corazón" (Tesoro delle Gioie, 1670: 126).

Incluso en un texto legal italiano del siglo XVI, se cita la existencia de anillos protectores con piedras protectoras "falsificadas", similares a los anteriormente comentados que se usaban en Inglaterra, Francia y Dinamarca. Este texto legal italiano está relacionado con un proceso judicial celebrado en Roma en 1595:
" Se trata de unos estafadores sin escrúpulos que han engañado hábilmente a los aldeanos, vendiéndoles anillos falsos [con los supuestos "ojos de serpiente" petrificadas milagrosamente por san Pablo en Malta] y también "tierra de la Gracia de san Pablo" que también era falsa." (Piero Camporesi, Il libro dei vagabondi, 1973: 357).


Aspecto de tres fragmentos de placas palatales fósiles, de Lepidotes, recolectados en sedimentos marinos mesozoicos del Reino Unido, expuestos en la exposición del Museo Escocés de Historia Natural. Completamente recubiertos de dientes dispuestos en hileras según tamaños en el borde o el centro. Los dientes sueltos, desprendidos, eran conocidos popularmente como "toadstones", es decir, "piedras de sapo"
Imagen: MNS

Podemos ver como este proceso de transformación iniciado en Italia se manifiesta en otros lugares de Europa, así es como nos encontramos con que en un inventario francés de la primera mitad del siglo XVI, aún se puede identificar la coexistencia de los dos complejos mítico-rituales, asociados a los dientes fósiles de Lepidotes, el novísimo sanpaulino y el mágico tradicional. Puesto que mientras los dientes fósiles de tiburón son llamados "lenguas de serpiente" de acuerdo a la nueva tradición sanpaulina, resulta que los dientes fósiles de Lepidotes todavía son asociados con la vieja tradición mítica asociada a la figura del sapo:
- "Seis "lenguas de serpiente" y "crapaudinas [o piedras de sapo]", todas engarzadas en plata y unidas por una pequeña cadena de plata" (De la Tremouille L. Inventaire de François de La Trémoille, 1542, 1887: 12)


A finales del siglo XVII, el médico checo Simon Aloysius Tudecius (Tudecius S. A. 1678-1679: 289) informa haber visto en Praga, un lujoso brazalete confeccionado con "ojos de serpiente petrificados" en el brazo de una mujer, de familia noble. De esto se puede inducir que en ese momento, en el reino de Bohemia (actual Chequia), los dientes fósiles de Lepidotes y Sparus, ya habían entrado a formar parte de la tradición sanpaulina que debía ser la dominante en aquella época. 
De las notaciones del  médico y naturalista británico Walter Charleton, realizadas hacia  finales del siglo XVII, también se desprende esa misma idea, para las supersticiones del Reino Unido
"A unas piedrecitas que aseguran ser procedentes de la isla de Malta [...] cuyos habitantes las llaman "ojos de serpiente petrificados" [...] sus varones preclaros les atribuyen virtudes en la curación de las afecciones de los ojos y de la cabeza" (Charleton, W., Exercitationes de differentiis nominibus animalium. 1677: 25).


Copas antiveneno con "ojos de serpientes" ("occhi di serpenti")

"Uno de los primeros y principales motivos que hubieran podido propiciar la regresión de las primitivas creencias curativas y usos sociales supersticiosos asociados a las viejas "piedras de sapo", pudiera haber sido la temprana introducción y uso en Europa, de unas copas de cerámicas, a las que se creía dotadas de virtud antivenenosa que estaban elaboradas en la isla de Malta, con la tierra milagrosa extraída de la Gruta de S. Pablo.
Para evitar falsificaciones y garantizar su autenticidad, pero también para reforzar su efecto milagroso preventivo de envenenamiento, los artesanos malteses que las habían elaborado incrustaban en su interior algunos dientes fósiles palatales de Lepidotes, durante la primera fase de modelado cuando el barro aún estaba blando. Una vez endurecidas tras el paso por el horno, los dientes fósiles incrustados aparecían en forma de unos relieves característicos en la superficie del interior de estas copas"
(Zammit-Maempel G. Fossil Sharks' Teeth: A Medieval Safeguard Against Poisoning, 1975a: 90).



Nota informativa:

El texto que compone esta entrada, ha sido extraído casi íntegramente de una obra del antropólogo y etnólogo italiano Giancarlo Baronti, especialista en curanderismo tradicional y medicina mágica popular italiana. El texto original italiano ha sido traducido y adaptado al castellano y ligeramente modificado, con algunas pequeñas adiciones y correcciones, además de todas las ilustraciones y sus comentarios asociados, por quien escribe.
El material original del Dr. Giancarlo Baronti está contenido en el interesantísimo libro: Tra bambini e acque sporche. Immersioni nella collezione di amuleti di Giuseppe Bellucci (2008).


domingo, 24 de septiembre de 2017

El registro fósil en la heráldica municipal europea (21)

por Heraclio ASTUDILLO-POMBO,  Universitat de Lleida.


Blasones municipales, de algunas localidades europeas que se muestran orgullosas de su patrimonio paleontológico. (Continuación, parte veinteava).


El gigantesco tronco fósil de Pinuxylon, del Mioceno, de Ipolytarnóc (Hungría) (2ª Parte)


Historia y circunstancias del descubrimiento científico del árbol petrificado


El descubrimiento científico del portentoso ejemplar de tronco fosilizado del árbol gigante de Ipolytarnóc, se llevó a cabo por el aristócrata, jurista, arqueólogo y paleontólogo Ferenc Kubinyi. Quien había acudido hasta la localidad de Losonc en el año 1836, después de haber sido avisado de la existencia del portentoso fósil por un conocido suyo, quien le había informado del sorprendente afloramiento del gigantesco tronco petrificado. Desde ella se desplazó hasta el barranco de Borókás para su primeras observaciones.  

Retrato de Ferenc Kubinyi en la época en que realizó los primeros estudios del tronco fósil de Ipolytarnóc
Imagen: Wikipedia

La diligencia de Ferenc Kubinyi y la premura de su visita resultarían providenciales para el conocimiento científico del enorme ejemplar paleontológico, pues le permitió iniciar la investigación científica mucho antes de que el singular fósil fuera conocido muy lejos del lugar del hallazgo, por mucha gente sin ninguna sensibilidad conservacionista. En ese mismo año de 1836 ya se había iniciado la ávida explotación del atractivo material silíceo de que estaba constituido el tronco fósil de Ipolytarnóc, a pequeña escala. Con el paso de los años las actividades extractivas ejercidas sobre el tronco fósil resultaron ser demasiado devastadoras como para poder haber llevado a término su estudio científico, algunos años más tarde.Las primeras actividades de investigación y excavación científica del gigantesco tronco fueron dirigidas por el mismo Ferenc Kubinyi, luego, sus implicaciones políticas y militares, en revueltas nacionalistas, producidas en el seno del decadente y complicado imperio austro-húngaro, de aquella época, le obligaron a apartarse del estudio científico e incluso a exiliarse.
En 1842 publicó un trabajo titulado "Estudio de un tronco gigante encontrado en la vecindad de Tarnószenthely, en el condado de Nógrád, en términos de magnitudes tridimensionales y en relación con los materiales geológicos circundantes" en el que daba cuenta de todas sus observaciones geológicas y paleontológicas, centradas exclusivamente en el estudio del tronco fósil gigante. En este estudio, Ferenc Kubinyi mencionaba que los fragmentos del tronco gigante desplomado sobre el torrente de de Borókás y fragmentado en dos grandes porciones y otras más pequeñas, reunidos medían en total unos 40 m. de longitud y unos 3 metros de diámetro. Ferenc Kubinyi denominaba al tronco fósil de Ipolytarnóc con el oscuro y vago nombre de "Petrefactum giganteum Humboldi". Este oscuro nombre genérico, impuesto por Ferenc Kubinyi, entonces ya resultaba anticuado para la época, debido a su imprecisión biológica y opacidad botánica, pues solo hacía alusión a ciertas características muy superficiales de su aspecto externo, pero no precisaba su naturaleza biológica, ni su clasificación botánica. Además de que el nombre específico no aludía a nada relacionado directamente con el fósil, sino que aludía al gran naturalista y explorador alemán, Alexander von Humboldt, por el que Ferenc Kubinyi sentía una profunda admiración y a quien quería homenajear de esta manera.

En la Academia de Selmecbánya, precursora de la Universidad de Dunaújváros, en Banská Štiavnica (Eslovaquia), se analizó la composición química de la madera petrificada, a partir de unas muestras procedentes del árbol de Ipolytarnóc que había aportado Ferenc Kubinyi. Resultando que el material que constituía el tronco del árbol gigante de Ipolytarnóc, estaba compuesto por sílice (86,00%), agua (9,22 %),  carbono (2,78 %), arcillas (1,32%) y otras diversas substancias residuales (0,54%). Se trataba de madera silicificada por un proceso de substitución de la materia orgánica del tronco por sílice disuelta en el agua de infiltración, procedente de la mortaja de toba volcánica que lo recubría.

Representación didáctica de la erupción del Vesubio del año 79 d. C., en un grabado de George Julius Poulett Scrope de 1822, basada en la descripción que hizo de ella Plinio el Joven, en una carta dirigida a Tácito. Este tipo de erupciones reciben su nombre científico en honor a Plinio el Viejo, tío de Plinio el Joven, que falleció en dicha erupción, por haberse acercardo demasiado al volcán para realizar observaciones detalladas. Esa misma erupción sepultó la ciudad de Pompeya.
Imagen:
Wikipedia


Distintas investigaciones geológicas y paleontológicas realizadas por diversos investigadores, con posterioridad a las realizadas por Ferenc Kubinyi, permitieron descubrir diversos aspectos relativos a la identidad botánica del gigantesco tronco del árbol de Ipolytarnóal, así como conocer mejor las condiciones ambientales y habitantes del lugar, en tiempos anteriores, simultáneos y posteriores al de su caída y enterramiento.
En 1865, el geólogo húngaro e ingeniero de minas y miembro de la Academia de Ciencias de Hungría, József Szabó, determinó la edad de los materiales que rodeaban el árbol fosilizado, como característicos del periodo Mioceno. Según sus estimaciones la erupción volcánica que había matado, derribado y enterrado al árbol de gran longitud que había excavado Ferenc Kubinyi, 30 años antes se habría producido hacía aproximadamente 11,5 millones de años

En 
1889, el paleobotánico húngaro Móric Staub, partiendo de los datos de las mediciones obtenidas durante la excavación realizada por Ferenc Kubinyi, corrigiendo los efectos de la deformación ocasionada por el aplastamiento sedimentário, estimó que el árbol gigante tendría en la base un perímetro circular de unos 8 m.


Aspecto de la imagen microscópica de un corte del tejido fosilizado del troncos del árbol gigante de Ipolytarnóc, según un dibujo coloreado de János Tuzson de 1901. Su comparación con el de otros permitió su primera identificación cientifica verdadera.
Imagen: Restos fósiles de plantas cenozoicas

En 1901, el paleobotánico húngaro János Tuzson empezó a examinar al microscopio  láminas finas sacadas de secciones del tronco del árbol fosilizado de Ipolytarnóc y comparándolas con las de diversos tipos de árboles prehistóricos. De la comparación realizada pudo determinar que los tejidos vegetales fosilizados parecían ser representativos de una conífera y más concretamente de alguna clase de pinos fósiles, puesto que no era representativa de ninguna especie de pino reciente o viviente en la actualidad. Como el nombre científico que le había impuesto Ferenc Kubinyi no tenía ninguna validez científicaJános Tuzson lo denominó Pinus tarnócziensis, el nombre específico aludía al lugar donde fue hallado el árbol fosilizado

En 1935, el paleontólogo austriaco Othenio Abel, denominaba a la zona fosilífera del barranco de Borókás, " Pompeya prehistórica magiar " en una publicación de investigación paleontologíca de renombre mundial, aludiendo a la gran cantidad de impresiones  de plantas y de huellas de vertebrados terrestres, sobrenombre que aún se conserva en la actualidad. 

En 1954, el botánico húngaro Greguss Pal empezó a observar al microscopio, secciones finas de los tejidos fósiles del árbol de Ipolytarnóc y comparándolas con las de otros árboles fósiles, de antigüedad semejante. Cuando en 1967 las comparaba con las muestras de un árbol gigante fosilizado hallado en Penthatlón (Grecia), llamado Pinuxylon lambertoides, apreció un gran parecido entre ambas. Basándose en las similitudes en la estructura histológica y en el extraordinario tamaño de ambos ejemplares, decidió realizar un cambio en la identificación y denominación genérica, de modo que cambió el nombre nombre científico, pasando a denominarlo Pinuxylon tarnocziense, nombre científico que aún conserva en la actualidad.

En unas excavaciones realizadas en la década de 197o se hallaron nuevos fragmentos de la parte alta del tronco gigante que permitieron estimar que aquel árbol "en posición de vida", debió haber alcanzado algo más de 60 m. de altura. En 1985, mientras se realizaban las obras de construcción del Parque Paleontológico de Ipolytarnóc, al realizar la excavación de de los cimientos y el sótano de uno de los edificios de exposición de las colecciones de fósiles, se halló la parte correspondiente a la copa del árbol gigante de Ipolytarnóc, con esta nueva porción, añadida a las anteriores la altura total del árbol gigante de Ipolytarnóc ya alcanzaba los 90 m. de altura. Pero como no se han hallado nuevos fragmentos del árbol gigante de Ipolytarnóc, correspondientes a la base del tronco desde finales del siglo XIX, en que se había estimado que la base del tronco gigante, debió medir unos 8 m. de perímetro y 3 m. de diámetro, nada ha hecho variar esos datos.


Restos de lo que queda de una de las grandes porciones del tronco fósil del árbol gigante de Ipolytarnóc, en la actualidad, expuestos en una de las salas de la exposición dedicadas divulgar el patrimonio del sitio paleontológico. 
En la pared gris del fondo, tras el guía que explica a los visitantes cada una de las diversas paradas ilustrativas a lo largo del itinerario didáctico, se puede ver dibujada en negro una gran circunferencia de 3 m. de diámetro para visualizar y comparar el perímetro que tenía el tronco fósil, en la zona de la base, cuando fue descubierto por Ferenc Kubinyi en 1836.
Imagen: Restos de árboles fósiles

También se pudo saber que su caída había estado provocada por una gran erupción volcánica que había destruido por completo todo un bosque subtropical, prehistórico, del cual el árbol gigante de Ipolytarnóc formaba parte integrante y que este suceso catastrófico había sucedido casi 20 millones de años antes. Todos los árboles que constituían aquel bosque subtropical prehistórico fueron derribados al mismo tiempo y en la misma dirección, por efecto de una fuerte explosión volcánica. Debido a su gran violencia, tuvo que haberse producido en algún lugar bastante cercano, pues por efecto de la onda expansiva todos los árboles de aquella zona fueron derribados, quedando tumbados casi horizontalmente debido a que la superficie del terreno arrasando debía ser muy llana. Poco después una gran nube de cenizas volcánicas ardientes se precipitó sobre la zona, cayendo desde el cielo, abrasando todo lo que era combustible, mientras todo iba quedando sepultando debajo una capa de polvo volcánico, de tipo riolítico, de unos 3 m. de grosor.

Secciones pulidas de troncos petrificados de árboles prehistóricos, hallados en el barranco Borókás y expuestas en el Parque Paleontológico de Ipolytarnóc. Arriba, a la derecha, la sección vertical de un tocón fósil, mostrando el veteado característico de la madera silicificada, y abajo, a la izquierda, la sección horizontal de un tronco, mostrando los anillos concéntricos de crecimiento anual. Fotografía original de Robert Németh
Imagen: Paleontological ehxibition site


Tras la erupción volcánica, la mayor parte del tronco del árbol gigante y de los otros ejemplares de porte más más modesto, que han sido hallados posteriormente, dispersos por toda la zona del barranco de Bórokás, quedaron incluidos en una capa mixta de transición formada por restos vegetales, suelo forestal, arena y ceniza volcánica, situada sobre una capa de piedra arenisca, depositada algunos pocos millones de años antes, que contiene huellas de vertebrados terrestres y dientes de tiburón, depositada con anterioridad a la erupción volcánica, y bajo una capa de toba volcánica pura, situada en la parte alta que se acumuló por efecto de la fase final de la "caída pliniana" de cenizas volcánicas, sobre los árboles ya derribados y mezclados con material del suelo del bosque. 

Fragmento de toba volcánica con algunas impresiones o huellas de diversos tipos de hojas de diferentes plantas que convivían con el árbol gigante. Su identificación botánica permite conocer la composición botánica de la comunidad forestal dominada por el pino gigante
Imagen: Pangea

Un estudio detallado de las características histológicas y botánicas de los tejidos de diferentes clases de troncos de árboles petrificados y las impresiones fósiles de hojas en la toba volcánica, realizado recientemente, reveló que en la antigua selva subtropical en la que vivía el árbol gigante de Ipolytarnóc, hace unos 20 millones de años, también coexistían con él otras 7 especies más de coníferas arbóreas, 4 especies de árboles caducifolios y 1 especie de palmera. 


Continuará próximamente...
 

jueves, 17 de agosto de 2017

El registro fósil en la heráldica municipal europea (20)

por Heraclio ASTUDILLO-POMBO,  Universitat de Lleida.


Blasones municipales, de algunas localidades europeas que se muestran orgullosas de su patrimonio paleontológico. (Continuación, parte decimonovena).


Introducción

Tal como ya se comentó en la última entrada dedicada al tema de la heráldica paleontológica, cuando se llevan más de 60 blasones municipales con representación del patrimonio paleontológico reunidos y estudiados y se compara la proporción de los diversos motivos heráldicos de tipo paleontológico, se puede ver muy claramente que la proporción de representaciones de animales fósiles es enormemente superior a las de representaciones de vegetales fósiles. De esta comparación se puede concluir que cuando a los fósiles se les debe otorgar una función heráldica emblemática, los fósiles de vegetales no han resultado tan atractivos como los fósiles de los animales. Por lo tanto a la hora de elegir restos fósiles como un elemento emblemático representativo del territorio y como recurso heráldico de la localidad, los fósiles de animales, generalmente, parecen haber resultado mucho más interesantes. Esto tampoco resulta nada sorprendente, pues sucede lo mismo en cuanto a la preferencia entre animales o vegetales como mascotas. La explicación a esta preferencia es muy simple, los humanos como animales que somos, en una abrumadora mayoría de los casos, sentimos una mayor afinidad y simpatía por los animales que por los vegetales.
En el caso que hoy se presenta se pretende demostrar que en algunas ocasiones sucede todo lo contrario. En este caso un singular vegetal fosilizado consiguió el consenso general necesario para que se convirtiera en parte importante del escudo cívico y en el emblema de la localidad. Un  enorme tronco petrificado de un pino gigante prehistórico, hallado en el territorio del municipio de Ipolytarnóc (Hungría), ha conseguido gozar de una gran simpatía popular en tiempos recientes que estuvo precedida de un considerable prestigio científico internacional, en el pasado, lo que unido a las cualidades del árbol fósil, contribuyó a despertar una enorme avidez regional y mundial por hacerse con alguno de sus pedazos, motivada por unos fines tan variopintos como injustificados. Finalmente, en el siglo XXI, el recuerdo popular y la justa valoración patrimonial del impresionante ejemplar fósil, le permitió gozar del merecido reconocimiento social que le haría ser merecedor de convertirse en emblema heráldico municipal.


El gigantesco tronco fósil de Pinuxylon, del Mioceno, de Ipolytarnóc (Hungría) (1ª Parte)
 
Situación y estatus

Ipolytarnóc es un pueblecito húngaro, situado en la región norteña de Nógrád, en el límite fronterizo de Hungría con Eslovaquia. En el territorio del pequeño municipio, a unos 2 km al este del núcleo urbano, existe un importante yacimiento paleontológico descubierto para la ciencia en el siglo XIX. Está protegido desde 1944 por su gran interés científico y a finales del siglo XX dio lugar a la creación de un espacio científico y educativo, hoy conocido popularmente como "la Pompeya prehistórica magiar" y oficialmente como la Reserva Natural de fósiles de Ipolytarnóc. En 1995 se le declaró  "parte del Patrimonio natural pan-europeo" y es candidato a ser declarado "Patrimonio Mundial" de la UNESCO. Los senderos de estudio geológico que existen en la zona protegida, también forman parte del Parque Nacional de Bükk  que, a su vez, forma parte del Geoparque internacional transfronterizo denominado Novohrad – Nógrád Geopark inaugurado en 2010 y que es gestionado conjuntamente por los gobiernos de Eslovaquia y de Hungría.

El blasón municipal

El escudo cívico municipal de Ipolytarnóc aparece dividido horizontalmente en dos campos heráldicos. En el superior, sobre fondo rojo, está representada en amarillo la fachada principal de la iglesia de Santa Ana, situada sobre la colina central del grupo de tres que alude a aspectos históricos y culturales. 



Aspecto del escudo municipal actual de la localidad húngara de Ipolytarnóc. 
Imagen: National and Historical Simbols of Hungary

La parte del escudo municipal que más nos interesa, para nuestros fines cultural-paleontológicos, es el campo inferior. Está subdividido horizontalmente en tres zonas. La franja ondulada superior, de color azul, representa el curso del río Ipoly que da nombre a la población. La zona central de color gris, representa la capa de toba volcánica que sepultó la selva prehistórica subtropical que existió en este lugar. El árbol verde con aspecto de conífera navideña, representa al árbol cuyo tronco fosilizado gigante fue hallado semienterrado en este material en 1836. La zona inferior, de color verde, con una concavidad en el medio, sobre la que está el árbol suspendido, representa el barranco de Borókás, lugar en donde afloró naturalmente y fue hallado el tronco gigante petrificado.
Diseñadores: Kiss Kálmán y Renáta Zsélyi
La fecha de aprobación legal del escudo municipal actual es la del 31 de Julio del año 2005


Historia y circunstancias del descubrimiento popular del árbol petrificado

La historia del tronco petrificado del árbol gigante de Ipolytarnóc, se dice que comenzó hacia finales del siglo XVIII, cuando empezaron a hacerse visibles dos grandes piedras alargadas que sobresalían en la superficie del terreno, casi alineadas. Solamente los pocos pastores, buhoneros y cazadores que se veían obligados a cruzar por aquel lugar presenciaron el lento afloramiento de los primeros años, los cuales no le dieron mucha importancia al fenómeno del inicio del afloramiento.

El tronco petrificado del árbol fósil no cobró verdadera importancia social hasta que algunos años más tarde, en los primeros años de la década de 1830, cuando de forma natural e inesperada, quedaron completamente expuestos a la vista de todos los que pasaban por el lugar, dos grandes cilindros aplastados de piedra de superficie oscura y agrietada. Antes del inicio del siglo XIX, las dos porciones del tronco habían resultado totalmente invisibles debido a que siempre había permanecido completamente ocultas, sepultadas bajo la cubierta del blando terreno constituido por cenizas volcánicas consolidadas, formando una capa de toba volcánica

La clave de su rapidísimo afloramiento natural fue su situación dentro de la capa de blanda toba volcánica sobre la que discurría el lecho del torrente del barranco de Borókás, al cual en condiciones lluviosas excepcionales no le costo mucho tiempo remover y arrastrar una gran cantidad del material que los ocultaba. El barranco de Borókás es tributario del río Ipoly, estando situado en la periferia de Ipolytarnóc y de otras poblaciones que hoy día son eslovacas, muy cercanas, como Losonc y Vidiná, razón por la cual era, relativamente, frecuentado por algunos habitantes de estas 3 poblaciones. La rapidísima exhumación natural, de unos enorames cilindros algo aplastados de piedra de superficie oscura y agrietada, sólo fue presenciada por los pastores, buhoneros y cazadores que en sus correrías se veían obligados a pasar por aquel lugar de tránsito dificultoso, cuando iban de Losonc o Vidiná hacia Ipolytarnóc o viceversa. Ellos fueron los primeros habitantes de la zona que empezaron correr la voz de la sorprendente aparición de aquellos dos enormes objetos y a difundir la "súbita aparición" a muchos otros habitantes de la comarca, algunos de los cuales debieron acudir al lugar para presenciar con sus propios ojos aquella maravilla.

Grupo de pastores húngaros abrevando a su rebaño en una granja, fotografiados en 1909. Gente como esta fueron las primeras personas que conocieron la existencia del tronco gigante de Ipolytarnóc.
Imagen: Places and People / Pinterest


La sorprendente aparición de aquellos dos enormes y extraños objetos de piedra, de sección elipsoidal, sucedió en un determinado año, no concretado, posiblemente hacia finales del primer tercio del siglo XIX, en que se produjeron varios episodios consecutivos de fuertes lluvias, con el resultado de que el blando terreno de toba volcánica que recubría el tronco fósil resultó profundamente excavado, por ser poco resistente a la erosión hídrica. Como consecuencia del efecto de una fuerte erosión pluvial sobre las laderas del barranco en combinación con otra potente erosión torrencial sobre el lecho del torrente. De manera que una serie de avenidas torrenciales, anormalmente fuertes y duraderas, hicieron aflorar varios porciones del gigantesco tronco fósil que yacían tumbadas sobre el lecho del torrente. Cuando algunos años más tarde, en 1836, el conjunto formado por las dos porciones del tronco fue estudiado por Ferencz Kubinyi constato que sumadas medían unos 40 m. de longitud y que el tronco en su base habría mediría unos 3 metros de diámetro.


Aspecto de una pequeña parte de uno de los diversos troncos silicificados de árboles existentes en el barranco de Borókás, en Ipolytarnóc, que sobresale de la capa de toba volcánica que lo engloba. Obsérvese la deformación de la sección del tronco, originalmente más o menos circular, por el aplastamiento causado por el peso de los sedimentos acumulados encima.
Imagen:
ReservaNatural de Fósiles Ipolytarnóc


Como ya se ha dicho anteriormente, el momento en que se produce el verdadero descubrimiento popular del tronco gigante de Ipolytarnóc, coincide con un año de lluvias excepcionalmente fuerte y persistentes, cuya rápida e intensa erosión del terreno produjo la excavación natural del tronco fósil, conduciendo a su total afloramiento, prodigioso hecho geológico que sucedió, quizás a principios de la década de 1830...

Las personas más observadoras que frecuentaban el lugar se dieron cuenta de que algunos de los fragmentos pétreos desprendidos de los grandes cilindros aplastados, en determinados lados presentaban un diseño particular y de tonalidades contrastadas que coincidían con el veteado característico y el anillado típicos de la madera. Estas sencillas observaciones les permitieron constatar que el enorme puente de piedra parecía estar hecho de madera petrificada y por lo tanto que, en realidad, era un gigantesco tronco de árbol petrificado que se había desplomado sobre el barranco.
Por esa misma época debió otorgársele el nombre particular con el que se le empezó a denominar en la comarca: "Gyurtyánkő-lóczának", con el significado aproximado de "pasarelas de troncos de carpe petrificados". Quizás una identificación popular tan específica, atribuida a la madera petrificada, se debiera al hecho de que en la zona del barranco de Borókás, en aquella época, hubiera grandes carpes vivientes que indujeran a pensar que debía tratarse del mismo tipo árbol y se realizara una extrapolación de sentido común.


Aspecto de un gran carpe en un bosque mixto de las montañas Brohm, en Rothemühl, Uecker-Randow, en Pomerania Occidental, en el norte de Alemania.
Imagen: Wikipedia

Desde su total exhumación, hasta el momento de su descubrimiento científico, en 1836, realizado por el paleontólogo húngaro Ferenc Kubinyi, la población local había estado utilizando las diversas porciones del tronco fosilizado del árbol gigante, fundamentalmente como puentes naturales. Pues debido a su situación geográfica sobre un terreno difícil de transitar por estar abarrancado, su superficie aplanada, sus enormes dimensiones y su posición casi horizontal, resultaba un elemento muy útil para atravesar con facilidad y seguridad el barranco de Borókás, es decir, el barranco de los Enebros.
Grabado antiguo, publicado en 1850, cerca de la época de su hallazgo científico y primeros estudios. En la parte inferior se ha representando el tronco petrificado del árbol gigante de Ipolytarnóc, en su entorno natural. Atravesado sobre el barranco del torrente de Borókás, con algunas personas situadas cerca del portentoso fósil. Dibujo original de  Marko Karoly, realizado hacia 1840. (Foto: Veronika Bokor ) Imagen: 5 inutos de geología


Qué ocurr cuando intervino la fabulación mítica



Las observaciones empíricas sobre la constitución original del "puente natural de piedra" y su lógica interpretación, antes comentadas, contribuyeron a estimular la imaginación fantasiosa de algunas personas que pretendiendo explicar cómo pudo haberse formado aquel monumento natural y careciendo de los conocimientos científicos necesarios, se vieron obligadas a recurrir a la imaginación fabulosa y a los mitos generales relacionados con la religión. De esta manera surgió una leyenda popular que relataba que el origen estaba en una actuación mágica o diabólica.

"En cierta ocasión en que el Diablo (existe otra versión, más moderna, en la que se dice que fue un malvado brujo, posiblemente una adaptación de la leyenda tradicional realizada en la época comunista) pasó por aquel solitario e inhóspito lugar, descubrió que había un hermoso árbol de dimensiones gigantescas a uno de los lados del barranco, cuya enorme copa albergaba centenares de felices aves cantoras. Satán sintió envidia del enorme poder creador de Dios y de cómo lo alababan sus pequeñas criaturas aladas. Entonces se enfureció tanto ante aquella grandiosa obra del Señor que tenía plantada delante que lleno de una ira incontenible y destructora, lo empujó con sus propias manos hasta que lo derribó. Al tocar el Diablo con sus diabólicas manos 
el tronco de aquel árbol, toda la madera se convirtió en piedra, por eso cuando el tronco chocó contra el suelo se rompió en dos pedazos que quedaron atravesados sobre el barranco, casi alineados."

Inquietante ser antropomorfo y cornudo, visto a contraluz crepuscular, en un claro del bosque mientras atraviesa una zona forestal
Imagen: Sympathy for the Devil 

Además ese relato fantástico contribuyó a que  surgiera una costumbre supersticiosa entre la gente más fantasiosa y crédula de las poblaciones de los alrededores. La de tocar aquel tronco del árbol petrificado, mágicamente, mientras se le pedía un deseo. Según la creencia popular, durante su transformación mágica en piedra, la piedra del tronco del árbol petrificado habría quedado impregnado de la magia que lo había transformado en piedra. Por efecto de esta magia atrapada y contenida por el tronco, las personas buenas y de corazón puro obtendrían el deseo que le habían solicitado, mientras que las personas malvadas y de corazón corrompido, solamente conseguirían que su corazón se endureciera y se hiciera insensible al amor y, además, que su petición se volviera en contra de sus malvados o egoístas intereses.....


Continuará, próximamente